David Martínez Téllez
Al celebrar los 100 días de gobierno, Enrique Peña Nieto,
dijo que iba a transformar México. Para muchos esa frase sonó a discurso, una
expresión eufemística. Pero al conocerse el plan para telecomunicaciones en
donde habrá dos televisoras públicas y la posibilidad de ampliar concesiones a
radiodifusión, así como nuevos servicios en internet, aquel dicho sobre la
transformación del país cobra relevancia.
La transformación, habría que decirlo, no es para todo el
país, como se está festejando. Sino sólo en este sector. Pasa de monopolios (Televisa,
Tv Azteca en Tv abierta; Telmex en telefonía e Iusacel, Telcel y Movistar en
telefonía digital) a la participación de empresas extranjeras y ojalá algunas
nacionales.
Inicia la era de la competencia en donde se supone que el
beneficiario en calidad y precios seríamos los usuarios.
Pero las utilidades económicas se irían para quienes
gobiernan y para los dueños de esas compañías. Desgraciadamente esos recursos
no se invertirían para obras sociales. Así ha sido con el petróleo porque
esperar un cambio con el sector comunicaciones.
La iniciativa de telecomunicaciones resquebraja dos o tres
monopolios y se configura la competitividad, lo cual es saludable. La competencia
genera rivalidad y es de esperarse que sus dueños ofrezcan calidad y contenido.
Es de suponerse innovaciones.
Echemos un vistazo a uno de los países que ha ganado tanto cantidad
como en calidad con la producción y exhibición de películas: Estados Unidos,
concretamente la ciudad de Los Angeles y particularmente Hollywood. Llamada la
meca del cine.
Resulta que en este lugar se instalaron varias empresas para
realizar películas, casi al mismo tiempo. Entre las que destacan MGM, Paramount, Universal, Columbia, RKO y
Twentieth-Century Fox; más tarde se incorporaría Disney. Es decir, que estamos
hablando de 6 ó 7 empresas en su lucha por ganar auditorio.
Cada empresa
recurría tanto a descubrir historias como a entronizar actores, algunas se
especializaron en el fragmento infantil.
Dicho lo anterior me ubico como cliente, alguien que va a
decidir por un servicio.
Ya no voy a estar obligado, supongo, a observar telenovelas
todas las tardes, tal y como lo programan televisa y Tv Azteca. Sino a otro
tipo de eventos, como lo muestran los canales 4, 5, 7, 11 y 22. Cuando digo
obligado me refiero a la “gente” que no puede pagar otro tipo de servicio, ya
sea cable o satélite pues la televisión abierta sólo requiere de pantalla y
luz.
Para argumentar a que me refiero con el vocablo “gente” es a
aquel segmento que suman alrededor de 50 millones de mexicanos ubicados en
pobreza y pobreza extrema (INEGI). Tal cantidad de personas es su fuerza
política porque son susceptibles de manipulación. En ese maniqueísmo contribuye
la bala calidad educativa nacional. Para el duopolio se va a caer ese nicho con
la competencia.
Y en esta posibilidad de “penetrar” hacia la gente es que
resulta atractiva la idea de que el gobierno vuelva a adquirir un canal de
televisión. Porque regresa el PRI con su idea de quedarse en el poder, por lo
menos, 30 años. Y para ello requiere “dominar” a sectores de la población.
Aquí va la historia con un presidente que dio luces de
autocracia. Luis Echeverría (1970-1976), el gobierno adquiere en 1972 canal 13;
también se crea el programa de televisión rural del Gobierno Federal, en el mismo
año. Se publica en el Diario Oficial de la Federación el Reglamento de la Ley
Federal de Radio y Televisión el 4 de abril de 1973, y el 8 de enero de 1973,
Telesistema Mexicano, S.A. y Televisión Independiente de México, Canal 8,
deciden fusionarse bajo una sola razón social, constituyéndose así Televisa,
S.A.
Bajo este nuevo panorama de la lucha por el espectro de las
telecomunicaciones es posible que nuevamente se fusionen las dos empresas mexicanas
privadas de televisión (Televisa y Tv Azteca) para enfrentar a los consorcios
extranjeros. También es posible que los dueños de medios de comunicación
impresa como El Universal, Excélsior y Milenio su acuerpen y compren una
concesión de televisión abierta. En los hechos ya participan en la televisión
por cable estos medios impresos.
Surge otra interrogante con los canales de televisión de
escasa difusión y casi nula cobertura, como 4, 5, 7, 11 y 22. El primero con
una barra programática enfocado a problemas del hogar. El segundo dirigido a
niños en donde al parecer ha ido perdiendo frente a la tv por cable. El tercero
con la exhibición de cintas poco llamativas. El cuarto con programas de corte
académico y cultural y el último a atender presentaciones culturales. ¿Cuál va
a ser su destino? ¿Competirán? O ¿continuarán como han sobrevivido?
Como se puede
observar, hasta el momento, no existe una real competencia ni por contenidos ni
por la calidad de la barra programática. Tal vez el gran pique entre ambas
televisoras mexicanas haya sido por conquistar convenios para la transmisión de
partidos de futbol de algunos equipos. Simplemente porque existen millones de
aficionados.
Así que bienvenida la competencia porque vamos a dejar de
ser, espero, bitemáticos o peor monotemáticos y que sea el auditorio quien
decida qué observar. Reitero el beneficio económico no será para la población.
El altruismo será, solamente, en contenidos; lo económico para dueños y
políticos. revistaa@yahoo.com