viernes, 27 de enero de 2017

De política Trumpiana y EPN

Parto de la visita realizada por Donald Trump, entonces candidato a la presidencia de Estados Unidos, a Los Pinos.

Resultado inmediato fue un cuestionamiento en la figura presidencial por “agachón” ante un personaje que, hasta donde se alcanzaba a observar, iba a perder la elección.

Videgaray, entonces secretario de Hacienda, tuvo que renunciar bajo la presión política ya que se entendió que había sido artífice del encuentro candidato presidente.

Cuando ganó Trump Enrique Peña Nieto hasta alcanzó el calificativo de visionario. Se había reunido con el hombre más poderoso del mundo. Otra consecuencia fue el regreso de Videgaray al gabinete en Relaciones Exteriores.

De la impopularidad social, de acuerdo a las encuestas, el presidente pasó a un reconocimiento por parte de la clase que hace política. No es lo mismo percepción social a creencia de un sector político. Pero finalmente alcanzó un reposicionamiento la figura presidencial.

El nuevo precio a la gasolina y lo que se dice afectación a la vida cotidiana volvió a demeritar la imagen del presidente.

Surgieron sectores que, no solo pedían, sino exigían el cese de Peña Nieto. Incluso se rumoró que no terminaría su mandato.

El tema de la construcción del muro en la frontera México Estados Unidos anunciada por Trump mete a la opinión pública a cuestionar la función del presidente Peña Nieto al frente de la nación.

Mientras Peña Nieto abre un compás de espera para analizar una reunión programada por los gringos. El presidente Trump cancela el encuentro con el garlito de que si no paga el muro el gobierno mexicano no tiene caso platicar. En realidad el muro se edificaría en terrenos de Norteamérica, y en su territorio pueden hacer lo que les plazca.

La figura presidencial en la persona de Peña Nieto consigue la unidad nacional en defensa de la soberanía y la alianza internacional por el respeto a los derechos humanos.

AMLO apoya a EPN, lo mismo Cuauhtémoc Cárdenas, imitan los panistas a través de Ricardo Anaya; es decir la clase política defiende la figura presidencial. Y esta percepción aliancista llega a la sociedad. El presidente consigue, por lo menos, respaldo. Palabra que se puede tomar como solidaridad.

Deduzco que desde la primera reunión que tuvieron, candidato y presidente, platicaron sobre estas estrategias para reposicionar al mandatario.


Por otro lado, y aunque es temprano, sería revelador conocer cómo ganó Trump. Qué hizo para triunfar cuando se percibía una división de su partido y un discurso agresivo contra varios sectores sociales y políticos. Se entiende que generó confianza entre grupos empresariales y entonces se desprende que la cúpula industrial realmente tiene más peso político que el partido republicano, y, por supuesto que el otro partido el de los demócratas.

jueves, 26 de enero de 2017

Otro o el mismo Andrés Manuel López Obrador

Andrés Manuel López Obrador ¿es el mismo de 2006, a la fecha? Sí y no. La respuesta, como podrán leer los avispados, es una contradicción. Y es que así es o ha sido AMLO en su larga trayectoria en búsqueda de ganar la presidencia de la Republica de México.

Sí, es la misma persona. Lo destaco porque en el sistema político mexicano en la actualidad ya están participando los hijos de políticos. Por ejemplo, Alfredo del Mazo Maza en el Estado de México su progenitor Alfredo del Mazo González fue gobernador en 1981.

Otro ejemplo es Alejandro Murat Hinojosa, actual gobernador de Oaxaca e hijo de José Murat Casab quien gobernó esa entidad en 1998.

En la historia política mexicana es la segunda persona que contendrá por tercera ocasión por la máxima representación. El primero fue Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano en 1988, 1994 y 2000.

Se percibe que en 88 Cárdenas le ganó a Carlos Salinas de Gortari, pero Manuel Bartlett Díaz, entonces secretario de gobernación hizo que se cayera el sistema electoral. Bartlett en la actualidad es aliado de AMLO. Aquí ya no es un político congruente; pero hace política porque requiere de aliados.

La ventaja de AMLO sobre Cárdenas es su alta votación en cada evento. En 94 y dos mil Cuauhtémoc obtuvo 5 y 6 millones de votos. AMLO subió a 15 y luego a 16 millones en 2006 y 2012, respectivamente. En este momento, de acuerdo a encuestas López Obrador es el político más popular.

Al hablar de percepción es necesario recordar 2006 cuando por medio punto porcentual perdió la presidencia AMLO frente al panista Felipe Calderón Hinojosa. La única explicación que encuentro para haber perdido es una alianza entre priistas y panistas para cerrarle el paso a AMLO. En este año se recuerda a AMLO como el candidato presidencial que “mando al diablo a las instituciones”, se ganó el mote de autoritario. Tampoco logró acuerdos con la clase empresarial.

Cuando AMLO fue gobierno en el Distrito Federal (2000) aplicó un programa social de ayuda a personas de la tercera edad, esquema replicado en todo el país porque daba votos.

Ha conservado su discurso de ubicarse en contra de cualquier iniciativa que emita o realice el gobierno federal en turno. Esta posición ideológica le ha incrementado popularidad. Parece contradictorio que en la actual coyuntura pida apoyar al presidente Enrique Peña Nieto en la reunión con el presidente estadounidense Donald Trump. En realidad como político populista que es entiende que Trump presenta animadversión entre los mexicanos. Simplemente se monta. No es el mismo, perdió congruencia.

Tampoco es el mismo cuando se ha aliado con empresarios (grupo Monterrey) ya sea industriales o de medios de comunicación (TV Azteca) cuando los califica de mafia del poder. Se entiende que hace política y por lo tanto requiere de aliados, pero su discurso ha variado y es contradictorio.


Si llegara a ganar la presidencia nos vamos a conocer a un político contradictorio y autoritario. Ni modo es parte del aprendizaje político cultural que tenemos que vivir los mexicanos.

miércoles, 25 de enero de 2017

Renace la esperanza de Alfredo del Mazo, Estado de México

Los caprichos de la política, dirían los iniciados en este tema. Las circunstancias, justificarían los “lobos” del poder pragmático. La política es maquiavélica expondrían los bisoños. Kafkiana la nombrarían quienes tratan de entender el comportamiento político, para enredarse y dejar en el limbo a sus lectores.

Es un acuerdo cupular explicarían los teóricos gaeteanos para revelar que el PRI se pone a la cabeza y retener la gubernatura en el Estado de México.

Y el personaje que podría quedarse como candidato a la gubernatura en aquella entidad podría ser Alfredo del Mazo, personaje plenamente identificado con el grupo Atlacomulco.

No pertenecen al equipo Atlacomulco ni Enrique Peña Nieto ni Eruviel Ávila, presidente del país y gobernador, respectivamente. Y como alguna vez lo señaló el ex gobernador de Guerrero, Ángel Aguirre Rivero “no se deja de hacer política hasta que realmente se está muerto”.

Alfredo del Mazo, políticamente ya estaba muerto. Las encuestas, igual que hace 6 años, no le favorecen. Son más conocidos Carlos Iriarte, presidente estatal del PRI y Ana Laura Herrera, secretaria de Educación en aquella entidad. Ambas cartas son del grupo de Ávila y Peña Nieto.

Los priistas sostenían -y lo siguen diciendo- que su fuerza se sostiene en la unidad, se fortalece con la alianza ya consumada con el partido Verde, Nueva Alianza y un partido local. La unidad se robustece con la división del PRD y PAN, quienes no lograron la alianza política.

El PRI fortalecido por la ruptura de la oposición reinicia la discusión sobre el tema de quién será el candidato a la gubernatura. La condición para que se retirara Del Mazo fue su escasa presencia social ante la eventualidad de una coalición o alianza de la izquierda y la derecha. Pero ante un débil obstáculo partidista, es lógico que presione el grupo Atlacomulco.

Los priistas están obligados a cuidar la unidad y en este escenario podría imponerse el grupo Atlacomulco, sin que haya ruptura.

También existe la posibilidad de que priistas inconformes con “cualquier” candidato que no sea de su agrado se vuelquen a votar por otra persona registrada.


No se trata de maquivelismo ni de kafkianismos; simplemente de ver la historia política de quienes participan en estos temas.

miércoles, 18 de enero de 2017

Esa izquierda, dividida

De acuerdo a la teoría política (lo ya probado en diferentes circunstancias cuyos resultados son similares) el partido en el poder puede perder el gobierno cuando sufre una división interna. O, si la oposición –toda- logra formar un gran frente.

Analistas políticos coinciden que si en este momento se llevaran a cabo elecciones el PRI tendría que perder la presidencia. Son dos los elementos que me llevan a la consideración anterior. El incremento al precio del litro de la gasolina y a que se observa una gran diferencia entre los grupos poder en ese partido.

Un conflicto es entre el grupo de Enrique Peña Nieto frente al grupo de Carlos Salinas de Gortari. Para argumentar esta situación expongo: el retiro de la Secretaría de Relaciones Exteriores de Claudia Ruiz Massieu y el relevo en la persona de Luis Videgaray. Claudia es sobrina de Salinas. La posibilidad de que Videgaray se convierta en candidato a la presidencia y lo mismo hizo Carlos Slim –dueño de Telmex, hombre muy rico y prestanombre de Salinas de Gortari- a través de redes sociales. Ángel Gurria representante de la OCDE criticó el nuevo precio a la gasolina, cuando la mayoría de priistas lo está defendiendo; éste personaje pertenece al séquito salinista.

El otro flanco que se abrió en el PRI es la reciente postulación de Ivonne Ortega, ex secretaria general a nivel nacional de ese partido y ex gobernadora por Yucatán, para la presidencia de la República. Si bien es cierto que los tiempos han cambiado y son de competencia en la cultura priista es raro conocer que alguien “se mueva” antes de lo estipulado por las élites.

Es difícil que los priistas lleguen a acuerdos, pero no imposible como sucede en la izquierda.

Pero cuando la izquierda –toda- hace alianza le ha ganado al PRI. Esto ya sucedió en 1988 y para evitar la pérdida tuvieron que recurrir a la caída del sistema.

En cuanto a la derecha, o sea, el PAN, también es posible que logren arreglos. Incluso evitan ventilar públicamente sus diferencias. O utilizan a otras personas para denostar a sus adversarios. Es poco común leer críticas entre panistas.

Por lo que corresponde a la izquierda es más fácil encontrar desavenencias que coincidencias. La división ha sido una constante.

En este tiempo se pueden ver tres grandes grupos de la izquierda. PRD, Morena y Cárdenas. Y no se vislumbra un acuerdo entre ellas. Morena no apoya al PRD y viceversa. Recientemente Cárdenas (sin mencionar a López Obrador) dijo que no es el momento de apoyar a personas mesiánicas. Es decir, mantienen la división.


Pintado así el panorama y a pesar de las controversias priistas es altamente probable que conserven el poder ejecutivo.

martes, 17 de enero de 2017

Reelección universitaria

Javier Saldaña Almazán renunció al compromiso de rector para competir en la próxima contienda para el mismo cargo en la Universidad Autónoma de Guerrero. La dimisión la hizo ante el máximo órgano de gobierno cuya representación recae en el Honorable Consejo Universitario. La postulación para la reelección la hizo, con anterioridad, el Grupo Universidad por Guerrero quien agrupa al mayor número  de -sino es que a todas- organizaciones que hacen actividad política y académica en esa institución.

En consecuencia el triunfo de Saldaña Almazán para la reelección se encuentra garantizado; salvo que ocurra una eventualidad que, en las circunstancias actuales en la UAGro, se ve casi imposible.

Algunos sectores, por supuesto minoritarios, sostienen que con la reelección de Saldaña Almazán se lastima la democracia. En estricto sentido de la definición de la democracia como la hemos entendido en todos los tiempos no es así, ya que la democracia es la decisión del pueblo o de la mayoría.

Saldaña no se impone como lo interpretan algunos universitarios. No. En los hechos se está sometiendo al escrutinio de todos los universitarios y sólo ellos nos revelarán si están o no de acuerdo con la propuesta de la reelección. Sería imposición, si Saldaña Almazán en su carácter de rector (con la fuerza política que le da el puesto) y con el consentimiento de los grupos políticos dijera que va a volver a ser rector. En este escenario sería evidente que cancelaría la participación de estudiantes y empleados y por lo tanto eso no sería democrático, sino una dictadura.

Una definición de relección en la política consiste en volver a votar a un funcionario para que siga ocupando el mismo puesto. De este modo, los estudiantes que es el grueso de la sociedad universitaria ratifican su confianza en el dirigente político en cuestión y le vuelven a dar la responsabilidad de cumplir con otro mandato.

Por otro lado, la habilitación o no de la reelección depende de la ley orgánica universitaria. Hay que tener en cuenta que, para que exista la reelección, tiene que haber elecciones (el mecanismo a través del cual los habitantes emiten su voto para determinar qué personas ejercerán el poder). En una dictadura, como la gente no elige a los gobernantes, no existe la reelección, sino que los dirigentes asumen el poder de facto.

La locución latina de facto puede traducirse como “de hecho”, y en el ámbito de la política y las leyes se refiere a las cosas que ocurren sin un reconocimiento jurídico, simplemente por la fuerza.

De forma opuesta, existe la locución de iure, que sirve para describir los acontecimientos o acciones “de derecho”. Cabe mencionar que, si bien ambos grupos de palabras están aceptados por el diccionario de la Real Academia Española, deben escribirse en cursiva para indicar que provienen de otra lengua.

En un espacio democrático de régimen republicano, cada cierta cantidad de años se desarrollan elecciones para decidir quién ocupará el cargo de importancia. Si, al cumplir su mandato, el líder está habilitado legalmente para volver a presentarse a las elecciones y así dar a los ciudadanos la oportunidad de que vuelvan a votar por él, entonces su reelección es posible y legal. La legitimidad se constatará cuando cientos o miles de sufragantes acudan a las urnas y voten por el personaje.

Se habla de reelección inmediata para describir la acción de un personaje que se postula a una reelección mientras todavía se encuentra en ejercicio, buscando extender su mandato en el ciclo directamente posterior. Dependiendo de las características de cada gobernante, esto acarrea una serie de ventajas y desventajas. Por ejemplo, en el caso del rector que intenta llevar a cabo una serie de reformas beneficiosas para la comunidad estudiantil, darle más tiempo en el poder es positivo, ya que los cambios pueden ser más profundos y duraderos.

Por otro lado, desde el punto de vista de la oposición, intentar competir contra una campaña de reelección no es fácil, ya que la posición del rector que intenta ser reelecto suele ser ventajosa a la hora de hacerse propaganda. Claro que una situación del estilo puede servirles a los adversarios para incluir en sus campañas los errores cometidos por el rector en funciones, y también las situaciones que se den en los planos social, económico y político durante estas fechas pueden disminuir la confianza de la sociedad universitaria en su actual rector, echando a perder sus esfuerzos por ser reelecto.


Los estudiosos de la materia señalan diversos factores a tener en cuenta a la hora de evaluar los beneficios y los perjuicios de la reelección, entre los cuales destaca el equilibrio de poderes; dada la complejidad de un mandato rectoril, resulta muy difícil determinar si permitirle a una persona asumir el cargo durante dos o más periodos pone en riesgo la seguridad de, en este caso, la universidad si se atenta contra el ideal de equilibrio en la repartición del poder.