En estricto sentido profesional y
social la prensa debería ser quien observe y regule las anomalías de la función
política. Es decir, su función fundamental es criticar a los administradores
del poder y divulgarlo en sus medios de comunicación.
En México y en la entidad ese rol
todavía no lo ha jugado la prensa impresa, salvo el periodismo marginal, el
cual es muy reducido en sus tirajes, por lo tanto carece de penetración social
lo que allí consigne.
Esa tajante conclusión presenta un
origen que se basa en la misma historia política de los medios de comunicación
impresos en la nación. Además de lo anterior también se presenta nuestra
cultura política, monolítica. Estamos acostumbrados a obedecer a una figura. Y,
la conquista española, contrario a lo que se ha pensado de que fue una
imposición, sólo vino a reforzar nuestros usos y costumbres.
Si bien eramos politeístas con
nuestras culturas aborígenes, la figura del tlatoani, en lo cotidiano y en la
manera de gobernar, nos convertía en súbditos. Es decir, en una estructura
vertical de obediencia. Un asunto era la filosofía del cómo nos explicábamos el
mundo y su origen que, era diversa, y, muy otra cómo se ejercía el poder.
La monarquía española intentó moldear
esa reverencia dirigida a otro personaje, pero jamás la estructura, porque era
ad hoc, porque el objetivo era simplemente que obedecieran a otro personaje: el
Rey. Para ello exportó la imprenta e hizo circular miles y miles de hojas, por
supuesto, con sus mensajes.
Esos escritos, evidentemente, no lo
entendían nuestros antepasados. Pues no hablaban ni escribían el alfabeto
español. Pero sí los originarios de la España y luego criollos y mestizos.
La independencia fue producto de
las diferencias de las tres capas sociales. Cada estirpe ansiaba su territorio
o más si era posible. En esas discrepancias surge la prensa en búsqueda de
alianzas. Convencer o persuadir a otros sectores, y no eran precisamente a los
naturales. A éstos los forzaron a defender lo que era de sus patrones.
Tanto la conquista, como la
independencia y la revolución se caracterizan por la uso de lo cuantitativo
humano de los vernáculos. Y la prensa, con mayor evidencia en los dos últimos
procesos, estuvo amparada con quienes tenían los medios de producción. (Se ha
pensado que en la Conquista no se usó prensa como medio de comunicación masiva,
pero ya se escribía y el único documento de aquella época fue el libro de la
Verdadera Historia de la Conquista de la Nueva España de Bernal Díaz del
Castillo). Es decir, que los medios impresos iban dirigidos a quienes de alguna
manera poseían poder. Escribo con mayor precisión, la literatura tenía como
destino a los españoles.
El dato que arroja la historia de
la prensa en México es el surgimiento de El Imparcial, en la época de Porfirio
Díaz. México tenía aproximadamente 5 millones de habitantes y se imprimía este
periódico a razón de un millón diario. Si se compara con el que años después
circula, con El Hijo del Ahuizote de los hermanos Flores Magón, pues es
ridículo su tiraje: 20 mil. Este último medio criticó a Porfirio Díaz y en
esencia por eso se le recuerda. Con la fuerza del gobierno y del Estado, Díaz
cerró imprentas y asesinó a sus críticos, entre ellos a los Flores Magón y “El
Hijo del Ahuizote”.
En el periodo de la revolución
surgieron decenas de periódicos y cada cual pertenecía al grupo en el poder.
Fue, como todo mundo sabe, una época inestable. Hasta que llega al poder el
Partido Nacional Revolucionario y copta, prácticamente todo. También a los periódicos.
Desde el PNR (1929 hasta 1970) se
da una estabilidad impresionante. Hasta los dueños de periódicos, al observar
la concentración en una sola persona, no les que otra que ser sumisos al poder.
El día de la libertad de expresión es una figura en donde los dueños de los
medios impresos abdicaron frente al presidente.
La pregunta es ¿cuándo inicia “la
rebeldía” de algunos periódicos contra la figura presidencial? La respuesta se
puede encontrar en el periodo de Luis Echeverría. Me parece suficiente escribir
que en los sucesos del 68 todavía funcionó el control del gobierno sobre los
periódicos, y principalmente en la incipiente televisión. Los cientos de
muertos no perturbaron la conciencia nacional, porque insisto todavía se pudo
ocultar la verdad de aquellos funestos acontecimiento. Hablo del sexenio de
Gustavo Díaz Ordaz.
Y ¿porqué sostengo que con Luis
Echeverría, inicia cierta liberad de expresión? Porque fue un personaje que
ambicionó quedarse en el poder. Intentó romper la tradición política mexicana.
Entonces, los otros grupos de poder utilizaron a sus corporaciones
empresariales ubicados en periódicos para denostar a Echeverría. Era común
escuchar vox populi la serie de chistes que circulaban en alusión a la torpeza
en la figura presidencial.
El caso Excélsior, muestra cómo
influyó el poder presidencial para cambiar o quitar a Julio Scherer de la
dirección, le justificaron un desfalco con unos terrenos de los
cooperativistas. El periódico Excélsior dio cabida a la pluralidad de
intelectuales de aquella época.
A la salida de Scherer del diario,
impulsa la revista mensual Proceso, bajo la protección de otros grupos del
mismo poder. Era la única publicación que podía exhibir las intimidades
políticas de los secretarios. Pero no del presidente. La publicación fue el
vínculo de las expresiones políticas de cada organización priista. Ahí se
pueden leer las pugnas internas y los objetivos de cada uno de esos grupos de
poder. Proceso se mantenía económicamente de apoyos económicos de quienes le
pasaban información a su modo. Fórmula que le ofreció lo necesario para
continuar circulando.
Los comentarios de esta publicación
en la figura presidencial subieron de tono. El primero en sufrir las críticas
de manera frontal fue Miguel de la Madrid Hurtado, quien desde su posición
comenzó a apretar a la publicación retirándole publicidad. Luego vendría Carlos
Salinas de Gortari, quien de plano le cerró todas las llaves.
Scherer buscó alianzas entre
sindicatos, organizaciones sociales, grupos políticos disidentes y universidades.
Se ahogó. Porque el presidente Salinas, en su persona y figura presidencial,
advirtió a quienes apoyaran a la publicación con despedirlos o dejarles de
entregar recursos.
Sin dinero Scherer dejó la revista
y se la entregó a sus reporteros en donde publican información inclinado a lo
amarillista. Es decir, a exagerar los acontecimientos.
Luego surgirían dos proyectos
editoriales con los nombres de Unomásuno y La jornada, con expresión inclinada
a partidos de izquierda.
Si las otras publicaciones
exaltaban lo que realizaba el poder ejecutivo; ahora con estos nuevos
periódicos era todo lo contrario. Caímos, desgraciadamente, en el maniqueísmo:
bueno o malo.
Afortunadamente no todo ha sido
blanco y negro. Porque el periódico El Universal comenzó a darle espacio a
personalidades formadas en la academia. Y es trascendente esta visión porque
estos escritores son, además de gente inteligente, tienen calidad moral porque
realizan sus exposiciones sin compromiso ideológico y menos económico.
Ventilan sus puntos de vista a
partir de un conocimiento académico. También, es cierto, algunos se dejan
llevar por lo atractivo de los emolumentos económicos, pero en general
comparten una cosmovisión neutral.
Es cierto, este tipo de
interpretaciones de la realidad son reducidas si se compara con las que
“compra” el gobierno. En este punto, los que están en el poder le apuestan a
ese tipo de plumas porque repiten el mensaje que desea quien manda o paga.
Afortunadamente, la gente ha ido tomando conciencia de ese tipo de “ejemplares
periodísticos” y los ha ubicado. Es decir, esos “articulistas” han perdido
credibilidad. Pero además también carecen de la habilidad para interpretar “la
realidad” porque sólo repiten lo que les indican, se han vuelto perezosos.
A grandes rasgos ese es nuestro
ambiente periodístico, tanto local como nacional. revistaa@yahoo.com