Todo cambió al final de la semana pasada (20-22 de abril) en las
campañas para gobernador en Veracruz.
Miguel Ángel Yunes candidato de la coalición PAN PRD se vino abajo y
parece que estrepitosamente.
Tanto la percepción social veracruzana, así como casi todas las
encuestas lo daban por ganador.
El otro Yunes se llama Héctor es candidato del PRI. Son primos; es
decir, una monarquía con signos democráticos.
Al PRI veracruzano le pesaba la sombra del gobernador Javier Duarte,
por los siguientes síntomas: imagen de asesino porque en este territorio han
muerto 9 periodistas. Divisionista del PRI porque a pesar de que se le acusa de
defraudador por los propios priistas no quiso retirarse del poder. Defensor de
la impunidad ya que protegió a hijos de algunos de sus funcionarios por haber
violado sexualmente a una muchachita. Represor al quitarle parte del subsidio a
la universidad veracruzana.
Habría que agregarle otro desprestigio con el asesinato de estudiantes en Tierra Blanca.
Toda una fichita y con ese retrato todo indicaba que miles de votos se
irían contra el PRI.
Oh sorpresa! Se filtra una llamada telefónica entre Miguel Ángel Yunes
y su hijo donde la sociedad mexicana se entera que es un hombre
multimillonario, con capacidad suficiente para comprar departamentos en Nueva
York por 57 millones de ¡dólares!
Si en pesos es una cantidad exorbitante, habría que multiplicar por 20
los 57 millones de pesos para tener idea del dinero que posee.
Claro está, se vino una campaña propagandística contra el candidato de
la coalición y su ascenso se convirtió en crisis.
Fue un giro de 180 grados. No es de 360 como algunos dicen con la idea
de que es un cambio. En realidad 360 grados es comenzar donde se detuvo. Es un
reinicio, pero no un cambio.
Qué pasó? Aquí vienen las interpretaciones.
Que la coalición y el mismo Miguel Ángel ya no quisieron negociar con
“algunos” priistas. Se sentían ganadores y les cayó la soberbia. Esos priistas
recularon y evidenciaron lo que ya sabían.
Los priistas se convencieron que Miguel Ángel no era un político
confiable y menos leal a los acuerdos. Ni siquiera lo es con los partidos que
lo apoyaban.
En política se elige al menos peor y ese es Héctor Yunes para los
priistas que dudaron. La política es de intereses, no de proyectos.