A 20 años de otro deceso presidenciable. Efectivamente en
la historia política mexicana no es el primer acontecimiento de este tipo, pero
sí emblemático porque sucedió cuando se suponía que entre políticos las
diferencias se arreglaban con diálogo. A eso que llaman democracia.
Los finales trágicos entre actores políticos (ya sea
precandidatos, candidatos o presidentes) en los anales a la mexicana fueron
recurrentes durante la revolución. Lo que también se conoce como inestabilidad
política.
Luego del largo periodo gubernamental de Porfirio Díaz
(30 años) asume la presidencia (6 de noviembre de 1911) Francisco I. Madero a
través del voto ciudadano. A menos de un mes (25 de noviembre) Emiliano Zapata
emite el Plan de Ayala en donde desconoce al presidente “democrático”. 5 meses
posteriores (marzo de 1912) se levanta en armas Pascual Orozco con el Plan de
la Empacadora. Madero envía a Victoriano Huerta a sofocar esta revuelta.
El 9 de febrero de 1913 surge otra sublevación contra
Madero por Manuel Mondragón quien libera a Bernardo Reyes y a Félix Díaz, los
tres importantes políticos de aquella época. El embajador norteamericano Herny
Lane Wilson mete las manos a favor de los sublevados. El hermano del presidente
de nombre Gustavo descubre (17 de febrero) que Victoriano Huerta está coludido
con el embajador y los levantados. El presidente no le cree. El 20, tres días
después, se erige como presidente Victoriano Huerta (golpe de Estado). El 22
del mismo mes asesinan a Madero y a su vicepresidente José María Pino Suárez.
Todo transcurre en 6 días.
Se establece que el desequilibrio político en México
surge desde 1910 hasta llegar a una tregua en 1924 cuando asume la presidencia
Plutarco Elías Calles. Resurge la vacilación política al intento de reelección
de Álvaro Obregón en 1928.
Durante ese periodo “era normal” que asesinaran a actores
políticos. Así que acorde con ese ambiente “bélico” sucedió el asesinato de un
presidenciable: Francisco Serrano. El suceso lo narra en forma novelada Martín
Luis Guzmán en la Sombra del Caudillo. He aquí una síntesis, tanto de lo que
describe el escrito como de los sucesos reales.
La competencia por la presidencia estaba entre Plutarco
Elías Calles (Hilario Jiménez en la novela) y Francisco Serrano (Ignacio
Aguirre en la descripción de Martín Luis Guzmán). El primero ministro de
gobernación y el segundo lo era de las fuerzas militares.
Obregón (el Caudillo en la versión del novelista),
entonces presidente, al parecer se inclinaba por Calles; mientras que la gente
prefería a Serrano. La habilidad política de Calles empataba con el carisma de
Serrano, quien además por su posición controlaba a gran parte del sector
militar. La decisión para el Caudillo era compleja.
En las postrimerías de la sucesión, Francisco Serrano se
desespera y anuncia su candidatura a la presidencia, por supuesto sin el aval
del presidente, Álvaro Obregón. Pretexto que aprovecha Calles para anunciar una
traición. El presidente y el secretario, con toda la fuerza política de sus
puestos, van minando a los jefes militares en los estados. Acorralan a Serrano,
pero perciben la amenaza social debido a su popularidad, por lo cual deciden
desaparecerlo en Huitzilac, Morelos.
Acotación al margen de este acontecimiento. Para mayor
información de lo anterior la revista Proceso publicó un librito con el título de
“La investigación”. Como ya escribí se encuentra la novela de Martín Luis
Guzmán y hasta se filmó una película, guión fiel al trabajo descriptivo del
escritor, la cual se enlató por más de treinta años. La cinta se pudo observar
en cines comerciales en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, como una
muestra de la apertura que se podía respirar. Por supuesto que era una fachada,
pero le funcionó en aquel entonces al presidente en turno. De repente puede
verse este filme en televisión a través del canal cine mexicano. No por
televisión abierta, sino para quienes pueden pagar cable o satélite.
Ahora postulo mi versión sobre la muerte de Luis Donaldo
Colosio.
Va de entrada la provocación. Se ha difundido la versión
o por lo menos se da por sentado que el presidente, Carlos Salinas de Gortari,
es el autor intelectual.
Colosio era el delfín del entonces presidente. Fue el
personaje en representar en carne y hueso las políticas asistenciales de un
régimen, primer secretario de Desarrollo Social. Por lo tanto, encarnaba la
continuidad del proyecto político económico. En una jugada perversa y hábil
tuvo que presentarse Colosio como enemigo de Salinas. Aquel famoso discurso de
“veo a millones de …” pronunciado el 6 de marzo de 1994. Así se interpretó.
Asesinaron a Colosio el 23 de marzo de ese mismo año en Lomas Taurina, Tijuana,
Baja California.
Los adversarios o enemigos políticos de Salinas no lo
entendieron como rompimiento. Sino como un plan de prolongación en el mandato.
Lo que hoy se le podría calificar de Salinato. Ya sin plan C, -el B era José
Francisco Ruiz Massieu, quien también sucumbió en un atentado- a Salinas le
impusieron a Ernesto Zedillo Ponce de León, como candidato, quien al ser
mandatario se enfrentó al ex presidente.
Salinas quiso romper una de las reglas no escritas de la
política mexicana: circular el poder dentro de la coalición gobernante. El
primero en destruir “el uso y la costumbre” de heredar el trono en otro
personaje que no fuera de su equipo, fue Miguel de la Madrid, quien impuso,
mediante una supuesta elección interna -que era la primera vez que subían a una
pasarela- para designar a Carlos Salinas de Gortari. Tanto Salinas como De la
Madrid eran del mismo grupo.
Concluido su sexenio. Salinas recurrió a la historia
política de muchos ex mandatarios, exilio o auto exilio, por lo que su
estancia estuvo de manera intermitente entre Cuba y Dublín. Por supuesto
que Salinas entendía de reglas no escritas, porque quiso imprimir su
sello para el futuro de los ex presidentes: incorporarlos al
gabinete, aunque sea en un puesto menor. Así lo hizo con Miguel de la Madrid al
nombrarlo director del Fondo de Cultura. Por lo menos, eso esperaba, si su
proyección internacional no resultaba. Pero la rivalidad era enconada con
el grupo de Zedillo.
Ahora de regreso al poder Salinas le revivió a
Zedillo el tema la matanza de Acteal. Nada más como mensaje político. Pero pudo
más el grupo adversario a Salinas y sólo quedó en una advertencia con destino a
Zedillo.