El concepto transparencia comienza a utilizarse cuando los
priistas pierden, por segunda ocasión, la presidencia de la República.
El 2000 fue un trago amargo. Pero les llegó el pesimismo en
2006. En su pensamiento 12 años era una eternidad.
Muchos creían que jamás regresarían al poder.
En su desesperación comenzaron a pronunciarse por la
rendición de cuentas, lo que hoy se conoce como transparencia.
Los priistas exigían que los gobernantes dieran a conocer
públicamente cómo se gastaban el erario. Ya no estaban sus amigos o familiares
en el poder. Sabían de lo que hablaban.
El argumento de la transparencia era el intento de acotar
“ese placer que otorga el poder”, según, para beneficiar a la sociedad.
Nadie pudo hacer nada porque el poder que revisa y castiga a
quienes desvían los recursos se dividió. Me refiero al poder legislativo.
En Guerrero con la llegada del PRD a la gubernatura el
Congreso se partió en dos. Hubo entrampamiento; ni acuerdos como tampoco
castigos.
Bueno, sanciones sí existen, pero son menores las cuales
consisten en inhabilitaciones, es decir, a ser autoridades por un determinado
tiempo. Pero no se encuentra legislado que regresen el dinero (comprobado) que
han desviado.
Si con el PRI el poder legislativo era hegemónico con una de
sus consecuencias en el fortalecimiento de la impunidad; con la retención de la
gubernatura en el PRD, los legisladores de éste partido mantienen sus reservas
con el poder ejecutivo. Es decir, se conserva fragmentado.
Bajo ese ambiente de confrontación entre perredistas es
previsible que tampoco se legisle para sancionar a defraudadores. En conclusión
seguimos como al principio y de nada vale la alternancia.
Existen leyes acotadas para castigar a posibles corruptos,
pero todavía no se da la voluntad para una verdadera condena.
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