Héctor Apreza Patrón, secretario de
finanzas del gobierno del Estado de Guerrero, declaró que diversos empleados
del gobierno han establecido demandas laborales, las cuales dan un total de 2
mil millones de pesos. Cantidad exorbitante que daña aún más los recursos.
Esta situación de demandas laborales ha
existido desde que tiempos inmemoriales.
Incluso el PRI como institución
empleadora ha sido demandada por sus militantes y los fallos han sido en
detrimento de ese partido.
Hace algunos años tuve la oportunidad de
acercarme al desempeño de David Guzmán Maldonado, mejor conocido como el 80,
cuando tuvo la oportunidad de dirigir el Colegio de Bachilleres. El gobernador,
sino mal recuerdo, era Ángel Aguirre Rivero.
Uno de los problemas que enfrentó con los
empleados de confianza era precisamente su terminación laboral.
Se supone que cuando concluye una
administración el personal que labora con el director en turno debe entregar
tanto la plaza como el equipo que es de la institución.
Entendía que por ser del mismo partido
político los asuntos se arreglaban bajo un acuerdo que evitaba una demanda
laboral.
Así no era y así no es. Los empleados, de
cualquier nivel, demandan a la institución porque tienen ese derecho, según las
leyes.
Los empleados de confianza exigían sus
derechos y entonces entendí que no eran militantes de un partido, sino personas
que venían a medrar con el erario público.
En una ocasión alcancé a escuchar a uno
de esos demandantes que le decía a Guzmán Maldonado: “no sé porque no nos das
el dinero, que ni siquiera es tuyo”. Y efectivamente no pertenece a los
funcionarios, pero sí es de los ciudadanos porque lo cubren con impuestos.
La presión que ejercen o ejercieron esos
priistas fue a través de un cierre de las oficinas centrales. Total se
cubrieron los adeudos a que tenían derecho con plazos. Era tanto el dinero que
no alcanzaba a pagarse en una sola emisión.
La experiencia fue desagradable pero
aleccionadora.
Desde ese momento Guzmán Maldonado
suscribió con sus empleados de confianza un contrato donde explícitamente se
escribía que en cuanto culminaba la actual administración también terminaba
cualquier relación laboral.
Al concluir Guzmán Maldonado como
director general del Bachilleres casi todos los trabajadores de confianza
buscaron donde acomodarse y quien llegó ya no tuvo problemas de demandas
laborales.
Los contratos de empleo no especifican
fecha de terminación y tampoco detallan que después no podrán demandar, bajo
ninguna circunstancia, a la institución que le dio la oportunidad de trabajar.
Dirá un abogado laboral que es un
derecho. Y si tendrá razón; pero si se compara la liquidación que les dan a los
empleados de confianza con los de base, resulta abismal. Ya no se diga el
salario. Por éste último es que debería reglamentarse que ya no tengan ese
derecho, pues ganan un dineral.
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