Millones de mexicanos lamentan el triunfo de Donald Trump.
Quien se encuentra feliz del acontecimiento conquistador de Trump es Enrique
Peña Nieto, presidente de México. Y no es para menos.
En su momento, EPN fue criticado por casi todos los partidos
políticos al haberlo invitado a Los Pinos siendo candidato a la presidencia.
Fue tal la presión política que sacrificó la carrera política de Luis Videgaray
Caso, secretario de Hacienda.
Todos los partidos, incluidos algunos de su propio partido,
coincidieron en señalar que fue una pésima decisión haberlo invitado porque
interpretaron asumía una posición de súbdito.
Lo que pocos descubrieron en esa invitación fue una jugada
maestra de la política. Y no era para beneficiar al país, sino de rescatar a
quien en este momento ocupa la presidencia.
La idea no provino del equipo cercano a EPN, sino desde los
asesores del partido Demócrata, sí el de Hillary.
Y es que el objetivo era consolidar el voto latino a favor
del color azul, el de los demócratas. La visita de Trump iba a detonar el odio
hacia su candidatura por el discurso xenofóbico. Así ayudarían a la imagen de
Hillary. Quienes salieron muy raspados en México fueron el poder ejecutivo y
Videgaray. Pero, ambos amarraban si llegara a ganar el güerito.
El cálculo no fue el que esperaban los demócratas. En lugar de acrecentar la
animadversión Trump arrancó votos a su favor. Ahora se sabe que fue del 30 por
ciento de los latinos favorecieron a Donald y fue gracias al acercamiento entre
EPN y Trump.
EPN, como muchos lo saben, se encuentra en una posición de
escasa aceptación política como poder ejecutivo. Apenas 3 de cada 10 mexicanos
le reconoce su desempeño como presidente.
Una reciente encuesta elaborada por El Universal coloca en
tercer lugar de las preferencias electorales al PRI, sitio que refleja la
animadversión dirigida a Peña Nieto.
Pero el triunfo de Trump le regresa la fuerza política que
necesita El impulso es personal, solo para EPN.
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