David
Martínez Téllez
El uso del poder es muy claro en un sistema político de partido
único, hegemónico, totalitario o dictatorial: sirve para conseguir que los
demás hagan o dejen de hacer lo que el poderoso quiere o deja de querer.
En otro tipo de sistema como el que está atravesando México y
que se repite en el Estado de Guerrero, el cual se ha identificado como democracia,
se asoman nuevas oportunidades para partidos que han sido o excluidos o
reconocidos o considerados minorías.
En este compás de espera (transición) a una mejor democracia evidentemente
existen reminiscencias del pasado inmediato, y, al mismo tiempo comienzan a
aparecer nuevas formas de participación.
Expongo como ejemplo de avance democrático que para 2015 ya
están contempladas las candidaturas ciudadanas.
En el concepto transición democrática se puede tomar como
sinónimo la palabra proceso, es decir, que en México todavía existe como facultad
el obligar a los otros a un comportamiento dócil. En la era del partido único y
hegemónico la constante era la obediencia, ahora, a partir de la implementación
de la democracia el poder se encuentra en la mayoría, y también se somete al
adversario.
No se trata de razonamientos o argumentos, sino que en estas
etapas (hegemónico o autoritario y democrático) se aplica el poder.
Cuando se tiene el poder absoluto y también con la mayoría (en
cualquier espacio político) esa facultad del poder se ejerce, de acuerdo a la
sabiduría popular, por las buenas
o por las malas.
Joseph Nye, distingue entre poder blando, soft power (las "buenas") y poder duro, hard power (las
"malas"). La clasificación al parecer se puede considerar como
innovadora; sin embargo, los romanos distinguían entre la auctoritas (las "buenas") y
la potestas (las
"malas").
El poder político le asiste al Congreso guerrerense porque son
mayoría perredista y Fermín Alvarado Arroyo miembro priista. Explico: Alvarado
Arroyo entabló una demanda ante el Congreso para reincorporarse a una
magistratura local.
Es decir, que los perredistas ejercieron su poder mayoritario. Esa
actuación era válida en un periodo de partido único o hegemónico porque en
realidad ya no existían otras instancias ni jurídicas y menos políticas a donde
recurrir.
En aquellos tiempos el presidente era el jefe prácticamente de
todo. En término politológicos se le conoce, muy específicamente al caso
mexicano, como hiperpresidencialismo. Incluso se llegó a crear el mito de que
el presidente sabía y conocía hasta el último detalle de cualquier situación
por mínima que haya sido. Fue, exactamente eso, una leyenda.
En la real alternancia política de México desde el presidente
Vicente Fox (año 2000) ya no contó con la mayoría de los diputados federales.
Situación que en el periodo del PRI hegemónico le favoreció el respaldo de
diputados y senadores en sus políticas públicas.
Con las reformas de 2008 con el poder judicial con los juicios
orales, éste poder adquiere una relevancia. Ahora será más difícil que un actor
político puede tener injerencia en asuntos judiciales. Todavía sobrevive la
situación de que hijos de actores políticos de relevancia consigan impunidad
ante actos reprobables.
También ha ayudado la jerarquización del poder: que un partido
gane, por ejemplo, una gubernatura y otro la federación. Me refiero a que si un
partido triunfó a nivel estatal tendrá un contrapeso frente al partido distinto
si triunfó a nivel federal. Y viceversa.
En la era del PRI el poder era omnímodo. En la actualidad ya se
distribuye entre, por lo menos, tres partidos políticos.
La anterior descripción viene a cuento por la decisión del
Congreso Estatal de Guerrero de haber rechazado la reinstalación como
magistrado a Fermín Gerardo Alvarado Arroyo.
Entonces los diputados guerrerenses del partido del sol azteca
ejercieron su poder, porque, ya lo he establecido, son mayoría en el área
legislativa. Pero en esta transición a la democracia el poder ejecutivo ha ido
perdiendo fuerza política y los otros poderes (legislativo y judicial) han
recuperado terreno en la toma de decisiones, como ya lo he descrito.
Desde la perspectiva legal Alvarado Arroyo ha ganado su
reinstalación como magistrado en el Primer Tribunal Colegiado en Materia
Penal Administrativa del Vigésimo Primer
Circuito. Pero políticamente ha sido rechazado en esta legislatura como en la
pasada, en donde el perredismo ha tenido mayor influencia.
Contener esa reinstalación, y, en caso de que gane su demanda,
Alvarado Arroyo se le tendrán que cubrir sus salarios desde 2005 hasta la fecha
y hasta que culmine el proceso jurídico.
Pero si lo vemos desde la visión política, hay que recordar que
el PRI, partido al que pertenece Alvarado Arroyo, está a unos días de asumir el
poder presidencial. Es decir, que si los perredistas han ejercido su poder;
entonces el PRI hará lo propio.
Para muchos de los observadores comunes y corrientes el asunto
cae en términos políticos y no en los estrictamente profesionales. Para
comprobar lo anterior es necesario referirse a que algunos perredistas han
comenzado a apoyar a Adela Román para que continúe como magistrada (en lugar de
Alvarado Arroyo) con el argumento de que es perredista.
Conclusión: para votar y ser votado o para ser magistrado cualquier
“ciudadano” se tiene que afiliar a un partido político. Por el momento, cada
quien ejerce su poder en la esfera donde puede. En ese nivel los profesionistas
y académicos están vetados para llegar a un cargo público. La esperanza, como
proceso, para la sociedad, estará en las candidaturas ciudadanas.
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