jueves, 3 de enero de 2013

Izquierdas; un destino


David Martínez Téllez

Las izquierdas con sus distintos orígenes, luego de conocer los hedonismos del mando, han encontrado el mismo destino: participar del poder.

En los pensamientos juveniles avasallaba la idea -porque la democracia los ha alcanzado- que la única vía para llegar al poder era la vía armada. Se entendía por poder la conducción del gobierno. Los que tenía otras experiencias y también otras edades trataban de inducir en los jóvenes a la participación reformista. Es decir, al cambio por la vía electoral.

La resistencia de millones de jóvenes a una negociación política y a su permanencia en la rebeldía se justifica porque, por lo menos en México, se vivía en un sistema de partido único y luego hegemónico.

El poder se quedaba en un reducido grupo. No existía un resquicio para que ni la oposición ni los adversarios conocieran, por lo menos, los placeres de mandar.

Los conformismos políticos se fueron rompiendo. No ha sido fácil, pero las ataduras se fracturaron.

Y las transformaciones, en el caso mexicano, nunca fueron ni por presión de la sociedad como tampoco de las izquierdas. Por increíble que parezca devinieron del mismo grupo en el poder.

Una descripción de la revoluciones nos la ofrece, con detalle, la filósofa alemana, Hanna Arendt con su frase: es una traslación de 360 grados, en donde quedan en el poder casi los mismos que iniciaron el movimiento. Es decir, los mismos.

Ya entrados en el tema de conservar una cultura política a la mexicana para entretenernos con esos vacuos debates que a nada conducen, la izquierda reitera como punto de inflexión el movimiento estudiantil del 68, y poca importancia se le ha dado a 1988. El primero una inquietud, el segundo una convulsión por el poder. El 68 una ideología. El 88 pragmatismo por el dominio.

El 68 una matanza en donde la sociedad no pudo o no quiso reaccionar. El 88 abrió el camino para que la izquierda accediera al poder. No fue de inmediato, pero poco a poco fue descubriendo qué eso de ser autoridad. Y como la democracia presenta reglas, primero llegó el PAN a las gubernaturas, luego la disidencia del partido autoritario y después la izquierda.

A la silla presidencial llega en primer lugar el PAN y regresa el PRI, si la lógica política no falla vendrá la izquierda a mediano plazo. No es un asunto de cábala, sino de aplicar la teoría política, la cual nos indica que dadas ciertas circunstancias se repite el fenómeno. Y ahí estará la izquierda conduciendo el gobierno.

El indicio de que eso sucederá se encuentra en que la izquierda mexicana, ahora en dos presentaciones, rebelde o reformista, está participando en el juego electoral. Ya casi queda en el olvido la cláusula de que la única vía para acceder al poder es la revolución. Ahora para conducir al país es necesario integrarse a las reglas del juego. En este sentido se encuentra la petición de Morena para convertirse en partido político.

Pero además de “olvidarse” de aquella máxima, la misma izquierda va a entablar un pleito por los espacios políticos. En un primer evento se observará dividida; sin embargo, pasada esa experiencia volverá a unirse para demostrar su capacidad y obtener el triunfo.

Así como el PRI vivió el traumatismo de la ruptura y ahora el deleite de retorno al poder, en ese mismo nivel la izquierda tendrá sus vivencias y después la cosecha.

El destino inmediato de las izquierdas será consigo misma a través del altercado por espacios políticos. De ninguna manera se han planteado un proyecto de país o de nación. Su destino está enmarcado: participar del poder. Ya lo he escrito, pero reitero, todavía no por el triunfo porque estará dividida.

Con su participación electoral y su cambio de actitud (no a las movilizaciones, por ejemplo), la izquierda seducirá a otros grupos de poder quienes le ayudarán a conducir el país. revistaa@yahoo.com

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