La pretensión de Carlos Salinas de Gortari de quedarse, primero, con todo
el poder en México, y, luego intentar conservarlo en su persona, parte desde su
complicado arribo como presidente.
Salinas se sentía políticamente humillado por la dudosa ilegitimidad de
su triunfo y esta cuestión, en un ególatra, hiere su honor.
La percepción social le daba el triunfo a Cuauhtémoc Cárdenas en 1988.
Las pruebas (actas de escrutinio) fueron incineradas en las bodegas del
Congreso Federal.
Salinas instalado en el mando de inmediato quiso liquidar a sus enemigos
del PRD. Comenzó con “traidores” como Carlos Jongitud Barrios y Joaquín
Hernández Galicia. Utilizó una campaña de desprestigio frente a los perredistas
vinculándolos con la violencia.
En aquel tiempo televisa de Emilio Azcárraga Milmo era uno de sus
principales aliados.
Salinas se legitima con la aplicación del terror.
A través del tiempo logra aliarse con grupos económicos norteamericanos
con la aplicación del Tratado de libre Comercio. Va consolidando su poder.
Al interior del PRI persuade a sectores ofreciéndoles canonjías y
espacios de poder. Es la primera vez en la historia política que un ex
presidente (Miguel de la Madrid Hurtado) se transforma en colaborador del
presidente en turno. De jefe pasa a súbdito.
Crea organismos para repartir algunos beneficios. Hacia lo social
Solidaridad y dirigido a intelectuales con el Fondo Nacional de Ciencias y
Artes.
Esas prácticas benefactoras van desperdigando fama de estadista. Salinas
se sentía y se veía como el súper hombre mexicano.
Con esa supremacía quiso romper una de las reglas de oro en 5 décadas:
entregar el poder a otra persona de la coalición gobernante. Tema que le había
dado estabilidad al PRI en más de 50 años. Al darle seguimiento a esta hipótesis
de inestabilidad política se podría contemplar a Cuauhtémoc Cárdenas, por su
intento de que su familia deseaba retornar al poder.
Una familia deseaba regresar y otro mantenerse en el poder. Evidentemente
este ambiente arroja una crisis política.
Cómo intentó Salinas conservar el poder para el siguiente sexenio. A través
de Luis Donaldo Colosio. Como jefe máximo lo puso en el lugar donde pudiera
darse a conocer como un político filántropo: Desarrollo Social. Después como
político con capacidad negociadora al frente del PRI. El prototipo de político
moderno. Por supuesto que era miembro destacado de su equipo de colaboradores y
con ello Salinas se convertía en el poder tras el trono.
Quiso engañar a sus detractores con el famoso discurso de Colosio “yo veo
a un México…” Pero no le creyeron.
La buena imagen de Salinas en el extranjero era impresionante. Para dañar
esa popularidad internacional le crearon en 1994 al EZLN. Efectivamente una
campaña mediática y que logró su propósito.
Asesinan a Colosio y también José Francisco Ruiz Massieu, con el objetivo
de destruirle tanto el plan A como el B rumbo a la sucesión presidencial.
A Salinas lo presionaron para que Manuel Camacho Solís fuera el sustituto
a la presidencia. Logran el acuerdo de que sea Ernesto Zedillo Ponce de León el
nuevo candidato. Y una forma de legitimarlo es con una enorme votación (17
millones), cantidad que Salinas no pudo probar en su campaña.
Zedillo es un político de medianía, pero con arrestos para efrentarlo.
Logró exiliarlo del país y al paso del tiempo amedrentarlo con uno de sus
hermanos de nombre Enrique.
Hoy Salinas se encuentra de regreso y da la pelea. Por ejemplo, contra el
grupo televisa y Salinas con Carlos Slim en el sector telecomunicaciones.
La interrogante es ¿qué hará o dirá Enrique Peña Nieto?
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