El Pendón es acto cultural,
punto. Lo es, ahora del pueblo, por decisión de un gobernante: Nicolás Bravo.
Éste personaje formó parte de un triunvirato denominado Supremo Poder Ejecutivo
(1823), los otros fueron Pedro Celestino Negrete y Guadalupe Victoria, quienes
a través de un Congreso anularon la designación de Agustín de Iturbide como
emperador de la Nueva España.
El conflicto del párrafo anterior
era entre españoles y criollos (españoles nacidos en Nueva España) por la administración
del poder.
El pendón, en términos gráficos,
es un estandarte. Y los criollos utilizaron la imagen de San Hipólito porque
fue un sacerdote griego que se rebeló a las tradiciones de la iglesia católica
y de acuerdo a la historia clerical fue tan radical que se opuso al mismísimo
Papa. San Hipólito no era un simple adversario sino que propuso una serie de
reglas estrictas para realmente fomentar la fe.
El mensaje, con el uso de la
imagen de San Hipólito, era la sublevación de quienes ya se sentían capacitados
para gobernar el país o territorio donde habían nacido. Sin embargo, como en la
mayoría de las revoluciones ese conflicto se ubica en las élites. Y también en
estos pleitos se utiliza al pueblo.
Los mestizos e indígenas nada o
poco sabían de la filosofía de San Hipólito, pero el grito de independencia los
animó a involucrarse.
Luego hábilmente los criollos reforzaron el aliento
independentista con el recuerdo de que en estas fechas -13 de agosto- los
aztecas infligieron una derrota a los españoles, la anécdota se conoce como la
Noche Triste, con esto envolvieron a la mayoría.
Nicolás Bravo trasladó las fechas
y decretó que el paseo del pendón se llevara a cabo en Chilpancingo a mediados
de diciembre para mostrar las danzas indígenas y las eclécticas.
Si conjunto la idea independentista
con la bebida del mezcal en el recorrido el día del Pendón lo que me da como
resultado es un síntoma de liberación social. Conste, escribo, sensación.
Se ha hecho cultura porque se
repite año con año con su alucinación correspondiente.
Desde una perspectiva político
social es un termómetro de la aceptación o rechazo del gobernador en turno.
Ahora le tocó a Héctor Astudillo y a pesar de la inseguridad que atraviesa la
entidad no hubo un reclamo.
Lo mismo le pasó a Zeferino Torreblanca Galindo en
sus primeros tres años, luego llegaron los reproches.
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