El terrorismo que vimos en Francia
obedece a llamar la atención del grupo Yihaidista o conocido como Estado
Islámico en Siria.
Los yihaidistas
son el grupo rebelde o de oposición al gobierno de ese país encabezado por Bashar Al-Asaad.
En ese
territorio existen tres grupos políticos: ulauitas, chiítas y sunitas. A éste último pertenece
los yihaidistas.
Además de esa
división interna en donde para exterminarse (literalmente), por supuesto entre
ellos, han usado armas químicas.
Los yihaiditas,
año tras año, han ido ganando territorio y con ello yacimientos de petróleo. La
producción de este hidrocarburo es de un millón de barriles diarios. México,
para ofrecer una comparación, produce 3 millones al día. Nuestro país se ubica
en el sexto lugar a nivel mundial.
Para analistas
el petróleo no es la importante en esta guerra, sino liquidar a los yihaidistas
por ser un grupo ideológico ortodoxo. Porque para ellos :“La única y verdadera
verdad proviene del Islam”.
Entonces el
petróleo les da los recursos suficientes para conservar su ideología y como se
han sentido desterrados de su posición geográfica; hoy pretenden recuperarla.
Esa posición
fanática o fundamentalista, según el pensamiento occidental, daña el libre
“albedrio”. Las consecuencias del pensamiento islámico, según la otra
perspectiva, no permite “pensar”, sólo actuar a lo que le indiquen.
De esta posición
surgen los kamikazes que mueren por el honor de su patria.
Los sirios no
son tolerantes. Sin embargo, el mundo occidental, para demostrar su tolerancia
debería aceptar la manera de ser y pensar de los Sirios.
Estamos frente a
dos maneras distintas de pensar y que ambas no son condescendientes.
Lo que está en
juego es la ayuda que puedan proporcionar los yihaidistas al mundo árabe porque
comparten una cosmovisión contraria al mundo occidental.
Y en estos días corrigió para advertir que la violencia genera más violencia si los países llamados más poderosos se inclinan para intervenir con bombas en Siria. Es decir, el santo pontífice fue más neutro, lo cual indica que el Papa juega, en lo que podría ser el inicio de la tercera guerra mundial, un papel importantísimo.
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