viernes, 11 de abril de 2014

Ignorancia y vedetismo; fuentes periodísticas

Sigue la controversia si los periodistas somos oficiantes o licenciados, por lo menos en Guerrero. Escribo lo anterior porque quien se haya formado en la academia sabe (o debería saber) que las fuentes no deben revelarse en el ejercicio de informar.

La ley ha decidido que la información es de interés público.

Es decir, no importa cómo se consigue el testimonio porque se parte de que es una verdad y en el mejor de los casos, al periodista, le acercan documentos. O como se dice en el argot se los filtraron.

Eso fue lo que aconteció con unas reporteras del periódico El Sur que se edita en Acapulco, Guerrero.
Los artículos constitucionales 6 y 7 nos protegen, como comunicadores, ante autoridades civiles y judiciales. Y no solamente los periodistas, sino también a médicos, abogados y sacerdotes.

Marco la diferencia de cómo entiendo a periodista de oficio en comparación al formado en una vida académica. El segundo debería presumir mayor formación, simplemente porque en su desarrollo académico recibió diferentes exposiciones de otros profesionales. Excepciones, existen, por favor.

En la década de los 80 surgieron diversas instituciones denominadas de Comunicación, era la moda. Muchas de ellas sin personal docente capacitado, pero realizaron el negocio en su momento.

El periodista de oficio (no está exento que haya buscado literatura) por lo general repite lo que ha visto. Evidentemente existen excepciones a la regla.

También el asunto evidencia que estudiantes de periodismo sólo buscaron un título para presumir entre amistades y familiares. Nunca quisieron encontrar nuevo conocimiento, de antemano se negaron a escuchar, éstos son casos normales de ignorancia.

Cuando se exhibe la ausencia de conocimiento está claro que busca llamar la atención, de otra manera: ya se sea en su atuendo, en su forma de caminar o con estridencias al hablar. A esto le llamo vedetismo.

Cuando un periódico induce a sus reporteros a esa estridencia (toma de edificio o huelga o marcha) se coloca en la línea del show. Es decir, la intención es sólo para inducirnos a que a ese medio lo coloquemos como el adalid de la información, cuando esa es precisamente su función social.

Si alguna autoridad judicial o legislativa o política nos obligara a revelar la fuente de manera formal (bajo oficio) tenemos el recurso legal de acogernos a la constitución. Decir simplemente “no debo revelar fuentes informativas porque la ley me lo indica”.

Cuando acudimos a ese vedetismo periodístico ofrecemos el rostro de ser oficiantes con descarado maniqueísmo; claro que habrá quien lo crea. Ni modo, así es la pluralidad.

Consigno que la ética se consigue con la veracidad de la información. Y las reporteras de El Sur  hicieron gala de esa regla de oro con la información revelada.

Sin embargo, contrasto con otro hecho al que acudimos cientos. El mismo periódico tergiversó las declaraciones de Denisse Dressder. Ella dijo, e incluso apostó, frente a todos los presentes pagar un desayuno sino ganaba Peña Nieto. La crónica indicó que había dicho la politóloga que ganaría López Obrador.

¿Quién cambió la versión? ¿El reportero? ¿El jefe editorial? o ¿El dueño?


En ese mismo nivel me cuestiono ¿Las reporteras conocen sus derechos? o ¿Les indicaron o sugirieron ese vedetismo?

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