martes, 8 de agosto de 2017

Anticorrupción

Dice el refrán: la corrupción somos todos.
La hipótesis plantea para que se cumpla la corrupción deben existir dos elementos: quien ofrece y quien recibe.
La corrupción, indica la percepción social, se adjudica a los políticos, refrendan que es un tema inherente a esa clase.
También se dice que el populacho es corrupto como manera de defensa ante los políticos.
A partir de dos premisas verdaderas se concluye el resultado verdadero. Me explico.
Si la clase dominante es corrupta (por percepción) y la sociedad es corrupta, en consecuencia todos somos corruptos.
He planteado un silogismo. Y esto no quiere decir que en verdad “todos” seamos corruptos, habrá quien verdaderamente no lo sea.
Sin embargo, la lógica explica que si no todos, sí la mayoría caemos en el concepto “corrupción”.
Efectivamente, como lo planteó ayer el gobernador de Guerrero, Héctor Astudillo Flores, al sector que mayor daño le hace el término corrupción es a los políticos, pierden credibilidad.
En ese sentido la mejor manera de ganar legitimidad es castigando a sus compañeros de actividad. Y en este nivel es que se inscriben todos los ex gobernadores que deben ser castigados, como punto de partida.
Es cierto, la mayoría de ex gobernadores con pésima calificación en el axioma honestidad, son del PRI, por el principio de que es el partido que ha estado mayor tiempo en el poder.  Pero la deshonestidad recae en todos los partidos e incluso a personajes del campo género. Es decir, las mujeres se han comportado de la misma forma que los varones.
He escrito las siglas PRI y este partido tendría que dar muestras de un cambio con sanciones a sus ex gobernadores que se les ha comprobado son corruptos.
El mensaje lo recibirían tres sectores: el empresarial, clase media y los más pobres.
El más importante, desde una visión política, son la gente de dinero. Porque influye en la economía y en los otros dos sectores.
Luego estaría la clase media porque a diferencia de “los más pobres” son quienes votan en los procesos electorales.
Aunque es el más numeroso el último sector, éste carece de interés y cultura política y por eso mismo el mensaje anticorrupción se dirige a los otros sectores.
Insisto el PRI debería castigar sus militantes para ganar credibilidad y votos. De no hacerlo se complica su estadía en el poder.

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