Mario Marín, ex gobernador de Puebla, cuando fungía como mandatario fue
exhibido públicamente de tener relaciones con una organización pederasta
encabezada por Kamel Nacif (hasta donde sé todavía preso), empresario
textilero. También acusado de tráfico de influencias y de inhibir la libertad
de expresión.
Ulises Ruiz, ex gobernador de Oaxaca, enfrentó un movimiento
magisterial, conflicto parecido al que hoy vive Ángel Aguirre Rivero, gobernador
de Guerrero. No es por la temática de la movilización de profesores, pues son
tiempos diferentes, pero sí por lo cuantitativo. También acusado de enriquecimiento ilícito.
En Puebla fue un problema social, con la suma de que acaparó
la opinión pública internacional. En Oaxaca fue un diferendo político: la pugna
entre los ex gobernadores Diódoro Carrasco frente a José Murat.
En ninguno de los dos eventos cayó el mandatario. Y eso que
el PRI no se encontraba en el poder ejecutivo. Era la segunda fuerza política y
el PAN con Calderón esperó a que las pugnas internas se arreglaran.
Hoy que el PRI, con Enrique Peña Nieto, tienen el control
del país, y dada la cercanía estrecha entre el poder ejecutivo y el gobernador
de Guerrero (aunque no sea del PRI), se observa muy lejano que renuncie, se incorpore al gabinete o
pida licencia.
Habrá gobernador hasta que culmine su periodo. La historia reciente de la clase política lo avala y lo sostendrá el presidente, tal y como lo está haciendo con Rosario Robles al frente de Sedesol.
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