El reciente evento electoral celebrado en Venezuela viene a
desmitificar que las protestas o manifestaciones de inconformidad sólo pueden
ser llevadas a cabo por la izquierda. Y para los fanáticos de esta ideología,
son correctas y deben apoyarse. Pero no así las de la derecha, no más por ser
de esa ideología.
Henrique Capriles, candidato a la presidencia de Venezuela
compitió en un proceso electoral ante un ambiente adverso. Todo el sistema de
radio y televisión propiedad del estado le hizo contracampaña. El aparato
político electoral es partidario del chavismo. Caso similar al que sufrió en
México, Andrés Manuel López Obrador, en 2006, con casi todo en contra.
En tema paralelo político a esos desconciertos sería si esa
oposición es minoría o casi el otro 50 por ciento de los electores.
Echemos una revisada al problema de los electricistas.
Frente a millones de trabajadores mexicanos el SME era una ridícula minoría. El
aparato del estado inició una estrategia de propaganda para dañarlos. En
respuesta los electricistas comenzaron a realizar disturbios con signos de
violencia. La consecuencia fue el desprestigio para ese movimiento.
Sin embargo, el movimiento político de López Obrador en las
elecciones de 2006 lo llevó a dividir al país en una mitad. Los resultados así
lo patentizaron: medio punto porcentual de diferencia entre el candidato de la
izquierda frente al de la derecha de Felipe Calderón Hinojosa.
Inició una serie de protestas para resarcir, decía AMLO, el
agravio que consistía en el fraude cometido. Hasta que llevó su inconformidad a
instalar un campamento en la avenida Reforma de la ciudad de México. Esa
actividad molestó no sólo a comerciantes, sino a automovilistas. Llegó al
hartazgo tanto contra el plantón como en la figura de AMLO.
Los resultados fueron a mediano y largo plazo. A la larga la
gente en 2012 ya no votó por la opción lopezobradorista. Se abstuvo por el
carácter intransigente que había mostrado 6 años antes. El sector que yo no
sufragó a favor de AMLO fue la clase media.
La protesta política era bien recibida por casi todos los
sectores de simpatizantes de AMLO, hasta que lastimó a, principalmente,
automovilistas, en un espacio con dificultades para el tráfico.
Ahora que retuvo el poder en Venezuela el socialismo
chavista con Nicolás Maduro, a los izquierdistas mexicanos, les resulta
incómodo que la derecha reclame en las calles lo que considera un fraude. Y al
igual que López Obrador en 2006, Capriles en Venezuela tiene la mitad del
electorado.
En México, gente como Manuel Camacho Solís, urgió a una
negociación entre el calderonismo y la izquierda, con el argumento de que el
país estaba dividido. En realidad lo que buscaban ese tipo de personalidades
era un espacio en la administración pública. López Obrador no era esa de
posición. Como tampoco Enrique Krauze, el historiador. El enfoque era: todo
para el ganador, nada para el perdedor.
En Venezuela, en este momento existen dos visiones
políticas. Y Enrique Krauze, cambia de posición y pide una negociación a favor
de Capriles para evitar un desequilibrio político, con la demostración de 51
Maduro y 49 Capriles. Krauze, para la política venezolana es sólo una opinión
de un investigador, reconocido o conocido, pero sin peso político en aquel
país.
Lo que deseo patentizar es que en asuntos de poder no
importa si es izquierda o derecha o centro el que gana. Sino quien tiene el
poder desea, a toda costa, conservarlo. Aquí no interesa si utiliza la
ignorancia de la gente (México analfabetismo, Venezuela fanatismo a Chávez),
sino simplemente el triunfo.
Y los perdedores (izquierda o derecha) movilizan o enfrentan
a la gente contra otro sector social. Y así como AMLO no calculó los
desperfectos por sesgos de violencia. Tampoco le irá bien a Capriles por sus movilizaciones
pasionales. La sociedad rechaza cualquier vínculo con la agresividad. Y es lo
que están utilizando, en Guerrero, los maestros de la CETEG, al evitar que los
usuarios de tiendas comerciales compren. Le van a pasar la factura los
cetegistas en eventos electorales.
Entonces tenemos protestas legales y pacíficas que por su
intermitencia molestan. Y movilizaciones belicosas que son reprobables.
Capriles, AMLO y CETEG se mueven entre ambas consideraciones. Por eso sostengo
que hay niveles de protestas.
Hasta aquí he abordado que son de comportamiento similar,
cuando son oposición, tanto la izquierda, la derecha y el centro. Y en ese
nivel quien se lleva la victoria, en serio, no le interesa su comunidad, sino
el disfrute del poder para su familia, sus cuates y su partido. Pero en el
proceso de de ser oposición incipiente utilizan a sus simpatizantes. revistaa@yahoo.com
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