sábado, 20 de abril de 2013

Evaluación educativa


Primer problema a resolver. ¿Qué es evaluar? En el sentido más amplio del vocablo es medir avances o retrocesos de un proceso o desarrollo. Un método de evaluación, por ejemplo, en el sector educativo es un examen. Tratar de conocer si el alumno recuerda toda o parte de información recibida.

La medida no es nueva, ya se ha realizado este tipo de valoraciones desde el mismo momento en que se institucionalizó el sistema educativo. Lo novedoso es que se haga a los profesores de manera regular y, como se elevará a nivel de ley, pues, ahora tendrá sanciones. La más drástica será el despido.

Al tocar el tema de castigos es necesario recordar que a los alumnos se les aplica con la palabra reprobado; es decir, que el niño está obligado a repetir el año escolar. Hasta aquí es lo que está sucediendo. Y la nueva propuesta de ley plantea un enroque. Reprobar o despedir al maestro, siempre y cuando repruebe la evaluación, hasta en tres ocasiones, y que el niño ya no repita el año, sino simplemente se le revise, a través de un diagnóstico su situación de aprendizaje.

En este sentido y para el sector magisterial evaluación es sinónimo de examen. Así de simple. Pasa, continúa; obtiene calificación reprobatoria tiene derecho a actualizarse y presentar otra evaluación. Si a la tercera oportunidad no acredita, entonces se despide de su trabajo.

Asomémonos en lo que venía sucediendo en el nivel superior y medio superior en la Universidad Nacional Autónoma de México. No existía un tiempo tope para culminar con los estudios de bachillerato ni de licenciatura. Esa laguna jurídica dio como resultado a cientos de inscritos conocidos con el nombre de fósiles. Asistían a la escuela o facultad, pero no ingresaban a las aulas. Ocupaban un espacio que otros muchachos deseaban.

El diagnóstico en la UNAM dio como resultado que eran cientos de personas en esa situación de fósiles, quienes generaban un gasto a la institución y se desperdiciaba un lugar académico. Entonces se redujo el tiempo para terminar tanto el bachillerato como la carrera. A lo mismo se ajustó la Universidad Autónoma de Guerrero, porque presentaba una situación similar con los eternos alumnos inscritos pero que no terminaban ninguna de las dos opciones educativas.

La consecuencia fue esta: al eliminar a esos seudoestudiantes, los espacios fueron ocupados por otros jóvenes interesados en estudiar. Esto es exactamente lo que en espíritu desea la evaluación educativa; que se queden los profesionales de la educación. Los que realmente tiene vocación o, por lo menos, les interesa formarse, actualizarse, capacitarse y superarse.

Pregúntese, lector, ¿esto último tiene una perversidad? En estricto sentido se podría responder que no. Sin embargo, en el escenario de que un profesor deje su plaza, ¿quién lo sustituirá? La nueva ley propone que llegue una persona que haya pasado un examen de admisión, quien tendrá el perfil de docente. Es decir, que sea normalista. Para ello se creará una comisión. Y he aquí la cuestión.

Primero ¿quién garantiza que los integrantes de esa comisión sean personas que se encuentren totalmente desvinculadas de los intereses del magisterio disidente o institucional o de la burocracia. Segundo ¿qué tipo de examen se presentará para la dichosa evaluación y, lo más trascendente, quiénes lo elaborarán? y Tercero ¿se respetará el resultado o tendrá un sesgo político?

Para la integración de ese instituto autónomo se ha sugerido que sea tripartito. Es decir, unos del SNTE, otros de la CNTE y por último representantes de la burocracia; lo cual en esencia politiza el asunto. La mejor alternativa es que se seleccione a personalidades que hayan realizado trabajo académico. Pero esto me parece ser una posición inocente porque estamos hablando de política y no de educación. Si, verdad, es contradictorio, pero esa es nuestra realidad.

La radicalización de los maestros tiene su sustento porque sienten que les van a quitar “su prestación” de heredar la plaza, la posibilidad de otorgarle una chamba a futuro a su hijo, familiar o venderla. Y la burocracia "su derecho" a dársela a su simpatizante y militante político. Son posturas irreductibles.

Ahora veamos el tema de la evaluación regional como lo piden los maestros disidentes. Porqué no también exigieron que los planes y programas de estudio elaborador por la Secretaría de Educación Pública ya contemplara el aprendizaje regional. Es decir, libros sobre historia y escritura acorde a la cultura de cada lugar. Claro que no lo hicieron porque es muy cómodo enseñar lo exiguo de esos programas federales. En verdad no son exigentes. Y no lo son porque quienes dirigen la educación pública jamás han estado interesados en que sus gobernados aprendan a reflexionar. Al contrario entre más ignorante sea la gente, mejor para ellos como gobierno porque son susceptibles de manipulación. Y en esta figura estaban de acuerdo los cetegistas porque nunca, si nunca, protestaron o criticaron o, mejor aún, se revelaron. Era, como lo he dicho, cómodo. Repetían lo que ya se sabían por años.

Ahora esos profesores que ven en peligro la permanencia (eterna) del empleo y la pérdida de la plaza para heredarla, es que salen enfurecidos a dar la batalla. Defienden, en Guerrero, su mina de oro, pero jamás una iniciativa para elevar el nivel educativo. revistaa@yahoo.com

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