Primer problema a resolver. ¿Qué es evaluar? En el sentido
más amplio del vocablo es medir avances o retrocesos de un proceso o
desarrollo. Un método de evaluación, por ejemplo, en el sector educativo es un
examen. Tratar de conocer si el alumno recuerda toda o parte de información
recibida.
La medida no es nueva, ya se ha realizado este tipo de
valoraciones desde el mismo momento en que se institucionalizó el sistema
educativo. Lo novedoso es que se haga a los profesores de manera regular y,
como se elevará a nivel de ley, pues, ahora tendrá sanciones. La más drástica será
el despido.
Al tocar el tema de castigos es necesario recordar que a los
alumnos se les aplica con la palabra reprobado; es decir, que el niño está
obligado a repetir el año escolar. Hasta aquí es lo que está sucediendo. Y la
nueva propuesta de ley plantea un enroque. Reprobar o despedir al maestro,
siempre y cuando repruebe la evaluación, hasta en tres ocasiones, y que el niño
ya no repita el año, sino simplemente se le revise, a través de un diagnóstico
su situación de aprendizaje.
En este sentido y para el sector magisterial evaluación es
sinónimo de examen. Así de simple. Pasa, continúa; obtiene calificación
reprobatoria tiene derecho a actualizarse y presentar otra evaluación. Si a la
tercera oportunidad no acredita, entonces se despide de su trabajo.
Asomémonos en lo que venía sucediendo en el nivel superior y
medio superior en la Universidad Nacional Autónoma de México. No existía un
tiempo tope para culminar con los estudios de bachillerato ni de licenciatura.
Esa laguna jurídica dio como resultado a cientos de inscritos conocidos con el
nombre de fósiles. Asistían a la escuela o facultad, pero no ingresaban a las
aulas. Ocupaban un espacio que otros muchachos deseaban.
El diagnóstico en la UNAM dio como resultado que eran
cientos de personas en esa situación de fósiles, quienes generaban un gasto a
la institución y se desperdiciaba un lugar académico. Entonces se redujo el
tiempo para terminar tanto el bachillerato como la carrera. A lo mismo se
ajustó la Universidad Autónoma de Guerrero, porque presentaba una situación
similar con los eternos alumnos inscritos pero que no terminaban ninguna de las
dos opciones educativas.
La consecuencia fue esta: al eliminar a esos
seudoestudiantes, los espacios fueron ocupados por otros jóvenes interesados en
estudiar. Esto es exactamente lo que en espíritu desea la evaluación educativa;
que se queden los profesionales de la educación. Los que realmente tiene
vocación o, por lo menos, les interesa formarse, actualizarse, capacitarse y
superarse.
Pregúntese, lector, ¿esto último tiene una perversidad? En
estricto sentido se podría responder que no. Sin embargo, en el escenario de
que un profesor deje su plaza, ¿quién lo sustituirá? La nueva ley propone que
llegue una persona que haya pasado un examen de admisión, quien tendrá el
perfil de docente. Es decir, que sea normalista. Para ello se creará una
comisión. Y he aquí la cuestión.
Primero ¿quién garantiza que los integrantes de esa comisión
sean personas que se encuentren totalmente desvinculadas de los intereses del
magisterio disidente o institucional o de la burocracia. Segundo ¿qué tipo de
examen se presentará para la dichosa evaluación y, lo más trascendente, quiénes
lo elaborarán? y Tercero ¿se respetará el resultado o tendrá un sesgo político?
Para la integración de ese instituto autónomo se ha sugerido
que sea tripartito. Es decir, unos del SNTE, otros de la CNTE y por último
representantes de la burocracia; lo cual en esencia politiza el asunto. La
mejor alternativa es que se seleccione a personalidades que hayan realizado
trabajo académico. Pero esto me parece ser una posición inocente porque estamos
hablando de política y no de educación. Si, verdad, es contradictorio, pero esa
es nuestra realidad.
La radicalización de los maestros tiene su sustento porque
sienten que les van a quitar “su prestación” de heredar la plaza, la
posibilidad de otorgarle una chamba a futuro a su hijo, familiar o venderla. Y la burocracia "su derecho" a dársela a su simpatizante y militante político. Son
posturas irreductibles.
Ahora veamos el tema de la evaluación regional como lo piden
los maestros disidentes. Porqué no también exigieron que los
planes y programas de estudio elaborador por la Secretaría de Educación Pública
ya contemplara el aprendizaje regional. Es decir, libros sobre historia y
escritura acorde a la cultura de cada lugar. Claro que no lo hicieron porque es
muy cómodo enseñar lo exiguo de esos programas federales. En verdad no son
exigentes. Y no lo son porque quienes dirigen la educación pública jamás han
estado interesados en que sus gobernados aprendan a reflexionar. Al contrario
entre más ignorante sea la gente, mejor para ellos como gobierno porque son susceptibles de
manipulación. Y en esta figura estaban de acuerdo los cetegistas porque nunca,
si nunca, protestaron o criticaron o, mejor aún, se revelaron. Era, como lo he
dicho, cómodo. Repetían lo que ya se sabían por años.
Ahora esos profesores que ven en peligro la permanencia
(eterna) del empleo y la pérdida de la plaza para heredarla, es que salen
enfurecidos a dar la batalla. Defienden, en Guerrero, su mina de oro, pero
jamás una iniciativa para elevar el nivel educativo. revistaa@yahoo.com
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