lunes, 12 de septiembre de 2016

Cambios, aspiraciones políticas


Una de las aristas, más comentadas, por los recientes cambios en el gabinete de Enrique Peña Nieto es que su grupo desea colocar a uno de sus personeros como candidato a la presidencia.

En la época moderna quien ha logrado poner a su alfil en la candidatura y luego ganar la presidencia ha sido Miguel De la Madrid Hurtado con Carlos Salinas de Gortari.

Ellos rompieron una de las reglas de la política mexicana: que en el siguiente sexenio llegara alguien distante del equipo que ganó la presidencia.

El acuerdo al que llegaron los grupos priistas de alguna manera era garantía del concepto no reelección.

La palabra, incluida una filosofía política, en los hechos dio estabilidad a todos los que deseaban la presidencia. Entendían que en un futuro les podría “caer” el poder.

La historia del poder en México yacía en una persona. Desde los aztecas, luego el imperio español, para llegar con criollos y en consecuencia dos dictaduras; una con Benito Juárez (15 años) y después con Porfirio Díaz (30 años).

Esta característica de la autocracia dio origen a una revuelta, identificada como revolución mexicana, donde nadie tenía el ejercicio del poder y para tranquilizar el ambiente se echó mano de la dureza con Plutarco Elías Calles, quien repitió el esquema absolutista.

La tranquilidad hacia los grupos que hacían política en México la concretó Lázaro Cárdenas del Río, quien selló que en la sucesión no debería quedar otro miembro del grupo que dejara la presidencia.

Quien rompió el acuerdo fue Miguel De la Madrid al impulsar a Carlos Salinas de Gortari. Por eso se da la gran escisión de la coalición gobernante con Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, hijo de quien había creado la alternancia o rotación entre el grupo de poder.

Con cuestionamientos gana Carlos Salinas en 1988 y esa ruptura marca el principio de la alternancia política en México que se concretiza en el 2000.

Pero antes se da otro suceso trágico, los magnicidios de Luis Donaldo Colosio Murrieta y de José Francisco Ruiz Massieu, los asesinan los adversarios porque Salinas quiso ser el gobernante tras el trono. Intentó un salinato.

Salinas se exilia en Cuba (¿?) y Suiza; regresa al país en 2012 para ganar la presidencia en la figura de Enrique Peña Nieto. Sostengo que desde hace un año mantienen diferencias entre el poder ejecutivo y su creador.

Menciono un signo concreto de esas contradicciones. Carlos Slim, socio o prestanombre  de Salinas, de acuerdo a la edición reciente de la revista Forbes, ya no ocupa los primeros lugares entre los hombres más ricos del mundo. 

Descendió del uno o dos al séptimo. Es decir, el gobierno federal que encabeza Enrique Peña Nieto le ha negado contratos de construcción, una de las partidas más jugosas del presupuesto.

En los últimos dos años he tratado de documentar las diferencias políticas entre Carlos Salinas de Gortari y Enrique Peña Nieto y el descenso en la lista Forbes de Slim es otro signo de distanciamiento. Salinas construyó la candidatura de Peña Nieto y lo hizo ganar. Peña es el poder político y Salinas es el rey tras el trono. Quien aporta un dato sobre la influencia de Salinas en la política es Andrés Manuel López Obrador cuando señala que él debatirá con el “jefe de la mafia”; AMLO sabe de los triángulos de la política real.

En estos días se han anunciado cambios en el gabinete, con lo cual ofrecen lecturas políticas, la más directa es la carrera por la presidencia. En donde Peña Nieto intenta colocar a su alfil para que se convierta en candidato.

Luis Videgaray, si lo dejan participar como candidato a gobernador en el Estado de México, donde Alfredo del Mazo Maza, es el personaje con mayor presencia y además representa directamente los intereses del grupo Atlacomulco.

Es decir, no es sencilla la participación del ex secretario de Hacienda en el territorio que ocupa el segundo sitio en importancia electoral.

Se supone que si gana Videgaray, partiendo del escenario candidato y luego ganador en el Estado de México, va directo a convertirse en aspirante a la presidencia. Esta descripción dibuja a un alfil de Peña Nieto. Complicado pero está la posibilidad.

Quien podría convertirse en el otro candidato a la presidencia es Luis Enrique Miranda, deja la subsecretaría de gobernación y lo meten a acercarse con el pueblo a través de Sedesol.

Como subsecretario se caracterizó por ser un negociador, era quien representaba los intereses del gobierno federal y en concreto del poder ejecutivo federal. Si bien no ha sido un político político, en esta posición tuvo la oportunidad de aprender.

Miranda, ahora, posee dos cualidades de las cuales carece Videgaray o José Antonio Meade Kuribreña, actual secretario de Hacienda. Sin embargo, Meade se ha convertido en el caballo negro de la aspiración presidencial.

Meade no es del grupo cerrado de Peña, pero su posible designación le obligaría a proteger a su antecesor (evidentemente si gana). Así como Miranda viene “a darse baños de pueblo” en su nueva encomienda, Meade ya lo hizo, con la ventaja de que ha demostrado ser un buen secretario de Hacienda. Su perfil se inclina más a la tecnocracia, requisito indispensable en un ambiente de crisis económica mundial.

Meade sería el as bajo la manga si los otros grupos se oponen a que Peña Nieto intentara jugar a la grande con Videgaray o Luis Enrique Miranda o el gris oxford de Aurelio Nuño Mayer.









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