En el terreno político son necesarísimas las alianzas. Una persona
o, todavía más, un grupo por muy numeroso o fuerte políticamente que sea es
difícil o complejo que llegue a ganar un proceso electoral.
En Brasil para que llegara al poder Luiz Inacio Lula Da Silva tuvo que aliarse con algunos empresarios. Fue reacio a juntarse con ellos, pero la necesidad política lo obligó.
Hoy, por no repartir las ganancias de Petrobras, le están pasando la factura. Están a punto de realizarle un juicio político.
En la historia política mexicana muchos pensarán que el PRI lograba ganar solo. Pues así parece, en
una primera percepción. Veamos.
El PNR, abuelito del PRI, se conjunta por decisión “militar” de
Plutarco Elías Calles. O estabas con Calles o eras prácticamente enemigo. La mayoría de los grupos que hacían “la revolución” o
fueron persuadidos, convencidos o amenazados.
No les quedó de otra que juntarse y obedecer al “jefe”. Es decir, se
está describiendo, desde el inicio de este partido, que eran varias
agrupaciones. No era la decisión del presidente en la soledad, como se ha manejado.
Para darle estabilidad, quien gobernaba, tomaba en cuenta la
opinión "de otros" o de los demás.
Ya en la época del PRI con Miguel Alemán los priistas consideraban
el sentir de otros sectores –no me refiero al obrero, campesino o popular- sino
a los llamados grupos de presión como son la iglesia, el militar y los
empresarios, en donde el (los) dueño (s) de medios de comunicación eran
imprescindibles.
Los mass media construyen la opinión pública; eso que dicen
representa los intereses y el sentir de una sociedad.
En México ya vimos la fuerza política e ideológica de la televisión en el
proceso electoral de 2006. En aquel entonces buscaron la presidencia Felipe
Calderón Hinojosa y Andrés Manuel López Obrador.
Calderón ganó por medio punto porcentual gracias a la campaña
mediática, principalmente de la televisión. La campaña logró penetrar en el
consciente social que AMLO era un “peligro para México”.
La persuasión de la TV se vuelve a repetir en el caso de Enrique Peña Nieto. Fue y es más imagen que sustancia.
Hasta aquí describo que los aliados de quienes han estado
gobernando son grupos que tienen poder económico e ideológico. Y éstos influyen en el otro sector, por cierto
numeroso, que se llama sociedad.
Quienes promueven el abstencionismo, no lo saben, pero en el fondo
son aliados de quienes se encuentran en el poder, a pesar de que digan son sus enemigos. Porque
con su inacción (electoral) dejan que aquellas minorías organizadas conserven
la toma de decisiones.
En un territorio con una ausencia de cultura política electoral
quienes se llevan los beneficios son los reducidos grupos organizados. Y estos
son aliados de quienes se ubican en el poder.
Es en ese sentido que el gobierno federal haya regresado o
perdonado o condonado impuestos a empresas. Quienes gobiernan desean conservar
de aliados a estos grupos porque realmente inciden en los procesos electorales.
A muchos no puede gustarnos esa medida de perdonarles impuestos;
pero desde el punto de vista de poder es necesario para mantener la amistad o la alianza.
Los primeros aliados son los reducidos grupos de poder que sí están organizados; los segundos, digamos el populacho aunque numerosos carecen de organización con el beneficio (de quienes tienen poder) que son manipulables.
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