El político más hábil en México,
hay que reconocerlo, es Carlos Salinas de Gortari. En la actualidad tiene peso
político y también económico.
Una de sus posiciones en la
actual administración federal lo representa Rosario Robles, quien fuera
presidenta nacional del PRD; bajo esa posición fue que trabó amistad con
Salinas.
El peso económico de Salinas se
ubica en Carlos Slim, dueño de Telmex y uno de los hombres más acaudalados del
mundo.
Muchos columnistas me indican que
Carlos Salinas carece de injerencia en la actual administración Peñista. No
comparto esa visión y, en cambio, coincido con Florencio Salazar Adame, ex secretario de gobierno en Guerrero, ex embajador en Colombia y ex secretario de la Reforma Agraria en el sexenio de Fox - que de real
politik sí conoce- que quien se encuentra detrás del poder ejecutivo es
precisamente Salinas de Gortari. Aclaro que Florencio no lo escribe tácitamente.
El presidente tiene una posición
económica sobre el país. Y no coincide con la de Salinas.
Peña Nieto piensa que la riqueza
del país debe distribuirse hacia diferentes grupos; o sea diversificar.
Mientras que Salinas siente que es su país y a su grupo se le debe ofrecer
trato preferencial.
Aquí, brevemente, describo la
rivalidad política entre ambos a partir de la integración de los dos últimos
funcionarios: Procuraduría y Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Arely Gómez, nueva procuradora no
tuvo ningún problema para asumir su cargo a pesar de que presentaba conflicto
de interés con Televisa -su hermano, Leopoldo, es vicepresidente de Noticias-.
Ella llegó de inmediato a su puesto.
No es el mismo tiempo para
Eduardo Medina Mora en la SCJN para convertirse en ministro. Medina Mora actuó
a favor de Raúl Salinas de Gortari para que se le descongelaran sus cuentas en
Suiza, el dato es para vincular a Medina con el grupo de Carlos Salinas. En
medios impresos se ha desatado una campaña para desprestigiar a Medina. Y sigue
la polémica.
Casi es seguro que quede como
ministro; pero saldrá muy raspado y cuestionado.
Y esto, para quien escribe, es
signo de diferencias entre el poder real y quien dice “política ficción”.
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