Sotero Sánchez Tizapa es el nombre del
párroco del Barrio de El Santuario, en el municipio vecino de Chilpancingo,
cuyo nombre es Tixtla, cuna y orgullo, nada más ni nada menos que de Ignacio
Manuel Altamirano.
Tixtla es un territorio que produce y
exporta productos agrícolas gracias a que aquí han conservado una laguna. Viven
del riego a diferencia de otras comunidades que sobreviven del agua de
temporal.
Es un lugar tranquilo, hasta diría
adormecedor. Y por lo tanto se presta para actividades culturales y bajo ese
contexto es propicio para el diálogo, por lo que es aprovechado por los curas
del lugar para su proselitismo.
Sin embargo, la comunidad tixtleca ha
cambiado, ya no es sumisa y ha empezado a “no creer todo lo que dice el señor
cura”.
Tan radical es la postura de la sociedad
tixtleca que denunció a Sánchez Tizapa ante el ministerio público por actos de
corrupción.
El tema no se limita al tema de la
corrupción por parte de la sociedad de este lugar, sino que el sacristán,
Eleuterio Morales, según el acta ante el MP, Eliseo Avilés Gómez chofer del
sacerdote, lo amenazó con una pistola en la sien.
De acuerdo a la versión de la denuncia,
Avilés Gómez, actuó de esa manera por instrucciones del presbítero, “sólo para
meterle un susto”.
Aquí no termina la denuncia ya que
Morales declaró ante el juez que fue privado de su libertad en la sacristía y
eso se llama secuestro en términos jurídicos.
Ya encarrerado, el sacristán calificó de
“borracho” al representante de Dios en Tixtla. Y con ese poder que la el
santísimo incrementó los servicios religiosos.
Antes de llegar a la instancia legal, el
sacristán y algunos tixtlecos intentaron platicar con el obispo de
Chilpancingo, Salvador Rangel Mendoza. Fueron recibidos por el canciller de la
curia, Pedro García Delgado.
La respuesta que encontraron, días
después, fue “el señor Obispo ya habló con Sotero Sánchez Tizapa y se
comprometió a “portarse bien”.
Los vecinos tixtlecos advirtieron que
“sabemos más de hechos inmorales” de Sotero, por lo que exigieron sea retirado.
Dicen los pobladores de Tixtla que el
sacerdote Sánchez Tizapa ha sido expulsado de varias comunidades de Guerrero
precisamente por sus irregularidades.
Conclusión: los sacerdotes ya no son
paradigma de moral ni ética. Y la sociedad, en este caso tixtleca, entiende que
la fe se predica con el ejemplo.
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