martes, 28 de julio de 2015

A cambio; o taxista o la vida

El conflicto entre los trabajadores del volante en Chilpancingo puede alargarse y hasta culminar en sucesos trágicos, simplemente porque en ello va el sustento de cientos de familias.

Lo que viene se puede resumir en la siguiente frase: el último empleo y casi único en donde puede colocarse un profesionista es como taxista.


Evidentemente es un trabajo muy digno, pero dentro de la escala de trabajos es el último recurso para llevar la comida a la familia.


Tampoco es una labor sencilla porque al parecer sólo se tiene que tener pericia para manejar. Pero eso no es suficiente.


Ser chofer implica un trato especial con el pasajero y además conocer el laberinto en el que se ha convertido la ciudad de Chilpancingo.


El taxista se desplaza por la ciudad conduciendo un vehículo en donde gana, hasta donde me comentan, apenas 200 pesos por ocho horas de labor.


Cuando bien les va alcanzan el doble, es decir, 400.


Los 200 ó 400 pesos diarios sirven para llevar de comer a una familia de, por lo menos, tres personas.


Sin embargo, no son suficientes para un pleno desarrollo familiar, porque alcanza, efectivamente, sólo para comprar alimentos.


Faltaría el vestido, la diversión y la educación.


Los últimos dos conceptos no se toman en cuenta porque se dice que divertirse en barato al igual que la educación.


Sin embargo, la entrada a un cine gira alrededor de los 50 pesos por persona y la educación ya representa un lujo, ya que un libro por muy económico que resulta cuesta alrededor de 80 pesos.


Con estos ejemplos literalmente el taxista alcanza a ganar lo de los alimentos del sustento familiar. Y en ello le va la vida.


Es en este sentido que el pleito de los taxistas de dos organizaciones es por la sobrevivencia y no es sólo la vida de una persona sino de tres o cuatro (esposa e hij@s).


En otro sentido los taxistas están disputando que no se les reduzcan esos 200 o 400 pesos de ganancia.


Si crece el número de servidores públicos, disminuye el ingreso. Y este es el fondo del problema.


Por supuesto que existe otro conflicto con la concesiones en donde le corresponde a la autoridad entregarlas a quien realmente le corresponde.


Se supone que un chofer debe otorgársele su permiso de placas a los 20 años de servicio avalado por el concesionario y por su organización, sin embargo, esas placas se han autorizado a gente que no cuenta ni con el tiempo ni con la calificación de una organización, pero sí de su permisionario.


Es decir, se presentan casos de tráfico de influencia. Pero en este momento ese no es el caso, sino que disminuye la oportunidad de ganar apenas 200 ó 400 pesos por ocho horas de trabajo.

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