La primera fuga de El Chapo del penal de Puente Grande, Jalisco, el 19 de enero de 2001 fue peliculesca de corte nacional. Salió por un carrito de la lavandería.
La fuga del sábado ya fue de tinte hollywoodense. Un túnel de aproximadamente kilómetro y medio que empieza en una casa y termina exactamente en la celda del detenido. Obra arquitectónica parecida a lo que han desarrollado en la frontera México Estados Unidos.
Lo que parece increíble es la exactitud para culminar (con un hoyo perfecto) en lugar preciso.
Desde la visión política trae consecuencias para la imagen de quienes se encuentran en el poder y aspiran a la presidencia en 2018.
El primer raspado es Miguel Ángel Osorio Chong, por ser el secretario de Gobernación y responsable directo de los reclusorios.
Se salva en este tema Luis Videgaray, secretario de Hacienda porque la temática no es de su competencia.
Tampoco le llega la lumbre a Manlio Fabio Beltrones porque se encuentra en la recta final de su encargo como legislador.
Aunque usted, estimado lector, no lo crea tanto Videgaray como Manlio están felices por el estigma en la persona de Osorio Chong porque lo podría descarrilar en sus pretensiones políticas. No descarto la posibilidad de que surja un sector que pida su renuncia.
La fuga de El Chapo le da un recargón a las aspiraciones de Margarita Zavala sencillamente por ser panista.
La primera fuga (ahora se recuerda), a meses del triunfo del panismo en la presidencia de la República en la persona de Vicente Fox.
Andrés Manuel López Obrador, hábil en este tipo de acontecimientos, sube a Internet un video donde pide -no exige- que el presidente Enrique Peña Nieto regrese de su viaje de Francia para atender el suceso.
El hombre, otra vez, en fuga pone en entredicho el sistema penal de un país, y también régimen judicial mexicano.
El acontecimiento desacredita, a nivel internacional, la imagen del mandatario mexicano porque ofrece la idea de que subsiste o impera la fórmula de la corrupción, y este método, ahuyenta a inversionistas.
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