jueves, 23 de julio de 2015

Inseguridad

No se puede saber o calcular la dimensión de la inseguridad hasta que a alguien muy cercano a la familia le pasa.

La frase anterior me la comentó una comerciante que sufrió el secuestro de un hermano. Evidentemente no entiende la dimensión del problema; pero cuando me contó un familiar cercano lo que sucedió hace algunos días evidencia el clima de inseguridad que vivimos.


Lo que a continuación voy a describir sucedió el lunes 21 de julio de 2015 por la noche.

La persona caminaba en la acera de las escuelas preparatorias uno y nueve de la UAGro (es un edificio para ambas). La avenida se llama Juárez, frente a la alameda central en Chilpancingo, la capital del estado de Guerrero.


Serían aproximadamente nueve y media de la noche. No creo que sea una hora inapropiada.


Alcanzó a escuchar un sonido como de cohete, como si fuera una celebración de alguna ceremonia religiosa. 


No le dio importancia. Hasta que alcanzó a ver en la penumbra -porque en este sitio la luz pública e incluso del lugar es raquítica, a pesar de que había un espectáculo en un Teatro y que se encuentra hundido- cómo las personas comenzaron a correr en dirección hacia el mercado. Contrario al centro porque, me imagino, se dirigían a un lugar seguro como lo representa la Cruz Roja, inmediatamente después de la primera detonación siguieron tres o cuatro balazos. Arribó la confusión.

La reacción de quien vivió la situación fue confusa. No sabía qué hacer; hasta que una persona de seguridad de la escuela de Enfermería, adyacente a las preparatorias, les dijo métanse y les abrió la puerta. Hasta entonces se dio cuenta que eran tres personas. Una pareja y quien me narró lo sucedido.


Se fueron al fondo de las instalaciones, por lo que pudiera suceder.


Perdió la noción del tiempo; me dice que pasaron alrededor de 30 minutos.


Vieron que llegó la policía y de la patrulla (una camioneta) bajaron hombres armados; dispararon, supongo, contra quienes estaban armados. Tiempo después una persona caminaba como si estuviera herida de la pierna.


Dio, literalmente un giro, una ambulancia y observaron que encamillaron a otra persona y la subieron. Se perdió el vehículo sin que sonara la sirena.


Quien me contó lo sucedido me indica que en ese ambiente azaroso no escuchó gritos de desesperación, sólo indicaciones hacia dónde dirigirse o correr. Al parecer estamos perdiendo la capacidad de asombro.


Casi una hora transcurrió desde el inicio del suceso a la llegada a su casa donde, con calma -si se puede utilizar el término- se dio cuenta del paso del tiempo. Por lo general hace 15 minutos en el traslado.


Apunto la hora porque así ocurrió; pero en Chilpancingo y casi a cualquier hora asesinan o matan a personas. Uno de los últimos asesinatos fue en un pasaje peatonal a las dos de la tarde.


De ese tamaño es la inseguridad. 


Sólo me resta escribir la frase que hace dos años pronunció el arzobispo de Acapulco, Carlos Garfias Merlos: “al salir de casa, sólo hay que persignarse”.

Hoy jueves, indican los periódicos locales, policías estatales realizaron un mitin frente a las instalaciones del Palacio de Gobierno en demanda de cumplimiento de mejoras salariales y de vestimenta. Allí los retuvieron sus propios compañeros de trabajo.

Nos queda rezar y rezar, con mucha pasión y devoción. Amén.

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