La frase anterior me la comentó una comerciante que sufrió el secuestro de un hermano. Evidentemente no entiende la dimensión del problema; pero cuando me contó un familiar cercano lo que sucedió hace algunos días evidencia el clima de inseguridad que vivimos.
La persona caminaba en la acera de las escuelas preparatorias uno y nueve de la UAGro (es un edificio para ambas). La avenida se llama Juárez, frente a la alameda central en Chilpancingo, la capital del estado de Guerrero.
Serían aproximadamente nueve y media de la noche. No creo que sea una hora inapropiada.
Alcanzó a escuchar un sonido como de cohete, como si fuera una celebración de alguna ceremonia religiosa.
No le dio importancia. Hasta que alcanzó a ver en la penumbra -porque en este sitio la luz pública e incluso del lugar es raquítica, a pesar de que había un espectáculo en un Teatro y que se encuentra hundido- cómo las personas comenzaron a correr en dirección hacia el mercado. Contrario al centro porque, me imagino, se dirigían a un lugar seguro como lo representa la Cruz Roja, inmediatamente después de la primera detonación siguieron tres o cuatro balazos. Arribó la confusión.
La reacción de quien vivió la situación fue confusa. No sabía qué hacer; hasta que una persona de seguridad de la escuela de Enfermería, adyacente a las preparatorias, les dijo métanse y les abrió la puerta. Hasta entonces se dio cuenta que eran tres personas. Una pareja y quien me narró lo sucedido.
Se fueron al fondo de las instalaciones, por lo que pudiera suceder.
Perdió la noción del tiempo; me dice que pasaron alrededor de 30 minutos.
Vieron que llegó la policía y de la patrulla (una camioneta) bajaron hombres armados; dispararon, supongo, contra quienes estaban armados. Tiempo después una persona caminaba como si estuviera herida de la pierna.
Dio, literalmente un giro, una ambulancia y observaron que encamillaron a otra persona y la subieron. Se perdió el vehículo sin que sonara la sirena.
Quien me contó lo sucedido me indica que en ese ambiente azaroso no escuchó gritos de desesperación, sólo indicaciones hacia dónde dirigirse o correr. Al parecer estamos perdiendo la capacidad de asombro.
Casi una hora transcurrió desde el inicio del suceso a la llegada a su casa donde, con calma -si se puede utilizar el término- se dio cuenta del paso del tiempo. Por lo general hace 15 minutos en el traslado.
Apunto la hora porque así ocurrió; pero en Chilpancingo y casi a cualquier hora asesinan o matan a personas. Uno de los últimos asesinatos fue en un pasaje peatonal a las dos de la tarde.
De ese tamaño es la inseguridad.
Sólo me resta escribir la frase que hace dos años pronunció el arzobispo de Acapulco, Carlos Garfias Merlos: “al salir de casa, sólo hay que persignarse”.
Hoy jueves, indican los periódicos locales, policías estatales realizaron un mitin frente a las instalaciones del Palacio de Gobierno en demanda de cumplimiento de mejoras salariales y de vestimenta. Allí los retuvieron sus propios compañeros de trabajo.
Nos queda rezar y rezar, con mucha pasión y devoción. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario