jueves, 3 de septiembre de 2015

Percepción y engaño en Política

Si uno de los objetivos del profesional de la política es evitar conflictos. Otro es el arte de engañar.

Quien es más hábil no se limita en la manera de hablar, sino hasta en su forma de ser. Todo indica que el político está obligado a aparentar.


Para lograr ese propósito se va adquiriendo talento. La firme intención del profesional de la política es parecer lo que la gente desea.


Aquí expongo algunos ejemplos de la técnica de mentir.


Miles o tal vez millones piensan que Andrés Manuel López Obrador es un político honesto y honrado. Para parecerlo viaja en automóvil austero y viste con ropa que no es de marca. Además no trae un equipo personal de seguridad.


Hasta que le descubrieron, como otros políticos, que usa relojes muy caros. O que uno de sus hijos calza tenis demasiado costosos.


AMLO, aunque a muchos no les guste, se observa como dice que es y eso le ha ganado popularidad en amplios sectores. Incluso en el grupo empresarial Monterrey.


Otro ejemplo de apariencia lo encuentro en la democracia que se dice que vivimos en este país.


México, desde la visión de empresarios extranjeros y organismos internacionales, era visto como un espacio con ausencia democrática. Hasta que tuvimos la alternancia en el año 2000.


Formalmente, los mexicanos, vivimos una democracia porque existe disputa por el poder entre partidos, se encuentra un árbitro que vigila, sanciona y califica (Instituto Nacional Electoral), hay participación ciudadana y se vive un ambiente de incertidumbre para saber quién va a ganar. Esto último se patentizó en el año 2006 entre Felipe Calderón y López Obrador, donde el primero ganó por medio punto porcentual.


Con el retorno del PRI al poder en 2012 el sistema de partidos en México ya no es uno sólo, sino de tres. O más bien hegemónico, en donde tres partidos se distribuyen el poder. Y con ellos se “vende” a nivel internacional la imagen de democracia.


Es, insisto, aparente. Ah, y para comprobarlo -he ahí la virtud- se nombra en otro poder, en este caso el Legislativo, que fuerzas políticas opositoras lo dirigen. Me refiero a las mesas directivas de los diputados y senadores, donde, en la primer institución se encuentra el PRD con Jesús Zambrano, y, en la segunda el PAN con Roberto Gil Zuarth.


Ya no es el partido único o hegemónico que se aprovecha de su situación en el poder. Ofrece la idea de que se ha instalado la democracia. Sin embargo, también sobre viven rémoras de ese pasado reciente de partido único.


Jesús Zambrano, en la entrega por escrito del tercer informe de gobierno, le hizo saber al secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, que sería buen que el poder Ejecutivo entablara un diálogo con las otras fuerzas políticas y confrontara sus dichos. Ambiente que prevalece en otras democracias.


Ya en la Cámara de Diputados la representante del PRI, Yulma Rocha Aguilar, le hizo un extrañamiento a Zambrano porque, según ella, el presidente de la mesa directiva asumió una posición personal y partidista, que no era el sentir de la mayoría de los representantes populares. Donde el PRI, es mayoría.


Allí encuentro la virtud del PRI. Evidencia destreza. Nos aparenta democracia pero en el fondo sigue siendo el partido que, insiste, en tener la razón. Asume que las minorías carecen de sabiduría porque la verdad proviene de quien tiene el poder.


No puedo negar que el PRI aparenta ser democrático.

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